Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

viernes, 18 de junio de 2021

El cuarto de Alfonsina.

 



Lo que realmente parecían luciérnagas era la ristra de luces que adornaban la habitación. En las esquinas, en el techo, en las paredes; incluso en la cabecera. Una cabecera ancha y alta. ¿Se repetiría el mismo sueño?, probablemente eso pensó, y lo volvió a pensar casi todas las noches cuando se disponía a dormir.

El miércoles amaneció con la luz esplendorosa entrando por la ventana y esparciendo la habitación de una curiosa estela, como si alguien adrede quisiera que ese día fuera el día. Alfonsina cumplia años, cuarenta y cinco. 

La tarta de merengue con cerezas ya estaba en la salita. Todo preparado. Nena, la señora que llevaba la casa se había ocupado.


Alfonsina despertó sonriente, y más cuando vio aquel dulce de los cielos.

La botella de champaña y las copas. Pero el cuarto de Alfonsina gritó y gritó. Quería tenerla allí encerrada. Hasta su muerte.


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