No sospecho nada, nunca
nada...
Y si delante mío se duerme
el reloj de arena, mayestática,
me pronuncio una adivinadora.
Sabía que pasaría, los relojes también
se duermen...
Anoche anduve soñando pisar
las empedradas calles de mi barrio,
descalza, atiborrada en recuerdos.
Pero el fluctuar de las horas llevaron
a este mi cuerpo volver, por saber,
en qué momento me quedé con tu
recuerdo, tu marca preferida. Tu boca.
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