Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

martes, 15 de junio de 2021

Un viaje con olor, y sabor.



 Alguien había cerrado la verja. Se escuchó un chirrido, como si a sus tablillas les hubieran golpeado con un látigo. El señor Hibernan se había percatado de todo. La casa perfectamente limpia. Las alarmas puestas. El jardín: rosas, jazmines, asfódelos, un melocotonero. De vez en cuando el agua fluiría por los pequeños tubos que rodeaban en  Zigzag las perfumadas flores. Dilara pasaría unos días fuera. Quizás en Roma, o tal vez, en Canarias. Eso ya lo pensaría, porque si de una cosa estaba segura era de no tener que preocuparse por algún sitio en concreto, de modo que esta vez iría a Canarias. 

Desde Esmirna a Canarias, ese fue su opción. Cuando tenía unos quince años había estado con sus padres y abuelos; pero quiso volver.

Tenerife le pareció buena elección. Luego visitaría a las otras islas restantes.

Acompañada por un guía se había recorrido la isla: El Teide, Garachico, Icod de los Vinos, San Juan de la Rambla. Teno alto. Buenavista del Norte. La isla baja: desde allí pudo ver increíbles acantilados y el mar, un mar inmenso que rodeaba la isla como un cálido abrazo besando todo su esplendor.

El puerto de La Cruz le gustó bastante: hoteles, calles con historia al lado del mar. Casonas que ya habían visto la vida de los antiguos moradores. 

La ciudad de San Cristóbal  de La Laguna, cuidad de los Adelantados, una joya patrimonio de la humanidad. 

Igualmente visitó Santa Cruz de Tenerife, una ciudad que saluda al mar.

Más al sur: los Cristianos, las Américas, Fañabé etc...

Arriba en la montaña: el pueblo de Vilaflor, el más alto de España.

Masca se halla majestuosa desde allí se puede ver a la isla de la Gomera que parece pender del cielo, y por casi toda la isla el padre Teide: un volcán amado por los canarios. 

El guía le había dicho que habían infinidad de senderos, algunos eran como estar en el cielo. 

Anaga, un macizo hermoso rodeado de picudas montañas, y cuando la niebla besa cada pico, envuelve todo de una capa elegante procurando que la vida alimente tanta belleza.


Dilara se había acomodado en un hotel de la parte sur de la isla.


Después de haber visto toda la isla, caminado senderos, y pueblo por pueblo, nada se le había escapado, incluyendo la laurisilva de monte de las Mercedes, se alojó en el hotel Arenas del Mar. Estuvo una semana. 

Definitivamente había sentido un gran placer y felicidad. Dispuso de una cama balinesa al lado de la piscina que más bien parecía un lago con nenúfares: manso, cristalino. 

¿Le apetece algo señora?. 

Lo pensó pero no lo dijo( las noches fueron amantes abrazados).


Un vodka con naranja, pero deje la botella por favor.


Dilara se llevó todo de aquella isla, incluso a él...







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