Ciertamente y acabada la cena dijo: siempre contigo. Lo dijo antes y después.
Siempre lo decía. Aún cuando arreciaba la lluvia, el viento que soplaba igual que un huracán enfadado. En la desesperanza. En la guerra. Aunque estuviera muriéndose.
Ciertamente, ciertamente.
El dieciocho de agosto de mil novecientos.
Siempre contigo.
¿Siempre?, dijo la muchacha.
Siempre, siempre...
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