Ni los fuegos de artificio con su estruendo.
Ni el torrente que la lluvia forma en la tarde,
en la tarde oscura de invierno, madre inmensa,
madre enorme que tú todo abarcas.
Manos juntas al firmamento, ruegan la misericordia
de unos oídos sordos. (Y sobreviene el sueño eterno.)
(Festines y grotescas risas de unas marionetas)
Ni la pena de sus almas putrefactas,
ni el dolor de sus bocas secas,
nada se escucha, cuando los oídos permanecen sordos.
Reeditado.
Cuando la tristeza y la belleza se hacen una. Siempre me maravilla el vuelo de tus palabras. Mil besos.
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarMil besos de vuelta para tí.
No hay peor sordo que el que no quiere oír.
ResponderEliminarSerá que es cierto,
EliminarBesos.