Le podría hablar a usted de la vieja tienda de sombreros. Se habían vendido miles de sombreros; también albergó objetos antiguos, algunos, reliquias.
El brazalete de Cleopatra estuvo expuesto durante los sesenta años en que la tienda permaneció abierta. Un comerciante de Agadir visitó la cuidad un día cualquiera, se había tomado unas vacaciones, y lo primero que hizo fue comprarse un sombrero, el más elegante de la tienda, lo había cambiado por el brazalete de Cleopatra. Y es que se sintió muy feliz, porque nunca supo hasta aquel día la sensación que le había producido el sombrero, se miró al espejo y soltó una carcajada,¡ qué cantidad de dientes!
De modo que salió satisfecho a la calle, se dirigió a la avenida, junto al parque, para que todo el mundo pudiera ver aquel elegante Borsalino de fieltro marrón.
Esa noche hasta durmió con el puesto. Permaneció en la misma postura toda la noche, para no estropearlo.
Regresó a Agadir. Cuando desembarcó, todos sus amigos y familiares se quedaron boquiabiertos ante semejante aparición. Su chilaba blanca, una bolsa de cuero en el hombro, y el Borsalino adornando su cabeza...
Paró en un merendero y se quedó prendado de una señora muy elegante.
De modo que se acercó y le dijo que si no le importaba sentarse en la misma mesa.
-Claro que no, dijo la señora.
Estuvieron largo rato allí. Una charla muy interesante.
Con asombro sus ojos se perdieron en la muñeca de la señora.
!Caramba tiene el brazalete¡, dijo.
Ella sonrió, sonrió mucho.
¿Eres tú?, dijo.
Tú qué crees, contestó la señora.
Él se orinó, no pudo con tanto.
"Decirles que el brazalete de Cleopatra fue robado por lo menos unas doce veces, pero con suerte rescatado y devuelto a la vieja tienda de sombreros.
En cierto modo Cleopatra brillaba en el escaparate, bastaba con observarlo e imaginarla con el puesto, la belleza de ella, y el brillo de aquellas piedras preciosas cegaban como un rayo intenso de sol"
Pero lo llevaba ella, siempre.
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