Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

martes, 3 de noviembre de 2020

EL MORIR

 

Tribulaciones así sin más, dijo Eulalia. Son aflicciones que las personas llevan como un rosario pendiendo del cuello. ¿Lloverá hoy?, preguntó Elisa. 

El caso es que la merienda fue una buena escusa sobre todo por volver a las charlas tan meditadas, y a las preguntas de cada una de las amigas, Carolina aún no había llegado.

El sufrimiento es innato en las personas prosiguió Eulalia, mientras  tomaba un sorbo de café, lo es, si, porque somos peculiares, seguramente la consciencia: lloramos por muchos motivos, tenemos problemas, pesadillas, y hay mucha gente que camina con un largo periplo de tribulaciones y muere así, de ese modo.

Quiero un café y ese rosquete relleno de cabello de ángel, dijo Carolina mientras se quitaba la chaqueta y colgaba el paraguas.

Entró como un vendaval, incluso llevaba algunas hojas secas envueltas en su melena ondulada. 


Vaya,pues ya estamos las tres, comentó Elisa.

La pusieron al corriente de las conversaciones.


Elisa- ¿Porqué has traído el paraguas?, ¿Acaso llueve por tu barrio?.


Carolina- Algo si.Y como soy previsora pues aquí lo tengo.


Eulalia- Bueno, si alguien más quiere café  lo piden, ya está preparada la próxima cafetera.


Interesante tema ese de las tribulaciones, dijo Carolina. Realmente y sin darnos cuenta el sufrir es una añadidura más al ser, porque los demás seres también sufren.


Por cierto ¿Y el morir?, prosiguió Carolina, mientras se descalzaba las botas.


Esa cuestión es tan simple como lo discutido anteriormente, estuvieron en acuerdo las tres.

Morir es como vivir, sólo que duermes, dijo Elisa.

Sobre todo porque ya no habrá sufrimiento. Pero tendrás que pagar a Caronte,volvió a decir. Sonrieron.


Hay un retrato en la casa de la que fue de mis bisabuelos en la que aparece el rostro de Caronte, alegó Eulalia. 


Creo que empieza a llover, resbalan gruesas gotas por la ventana, son como besos que acuden por si alguien los quiere, dijo Elisa.


Dejaron el café, los rosquetes y las conversaciones. Y detrás de la vidriera acariciaron a cada uno de los besos. Por ver que no sufrieran, pero si que muriesen.

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