domingo, 29 de noviembre de 2020

MI SOMBRA

 


Vaga la sombra arrastrando el pasado. Suena un bandoneón. Las farolas ya se han encendido, es la hora de caminar bajo su luz recordando cartas, y olvidos. Llueve sobre unos hombros sin nada que soportar. Sólo es eso, una sombra. 

Humea el puesto de castañas, la señora tiene frío. Se cobija debajo de una pequeña techumbre. Mantiene la sonrisa.  

Esta noche no se ven estrellas. Es como ir a ciegas. Alguien gime en aquella esquina. Se le ha terminado el ron. 


Aplauden cuando el bandoneón deja de sonar. 


Aquel hombre se lleva un cartucho calentito y toma asiento en el banco de al lado. Sopla para intentar no quemarse lo dedos.

Una quimera, pensó. Realmente había sido eso. Toda su vida

Intentó acariciar su rostro, pero sólo el vacío. 

Un puntapiés y, ¡zas!, había logrado que el charco se removiera y salieran disparadas las gotas, en bandadas, como los pajarillos.

Pero seguía siendo una sombra. ¿y un beso?, nada, no pudo ser, no podía ser. Un beso traspasará el rostro y caería donde los besos, en ese otro lado llamado paraíso. Un beso largo sintiendo tambalear hasta los huesos. Pero no. No podía ser.


Sepultó la sombra los deseos. Una lágrima cayó al suelo. ¿las sombras lloran?, si, se dijo. Justo al lado de la señora que asaba castañas, y pudo ver cómo se secó. ¿alguien puede darme un tarro ?

Nadie escuchó. A las sombras no se les escucha, pero sí se les ve.







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