Mayestática permanecía aquella señora.
Probablemente algo la había distraído, de modo que, ahí seguía con la mirada fija a un punto invisible: quizás al horizonte sin saber que esa delgada línea separaba el mar del cielo.
El corretear de algunos niños hizo que girara la cabeza algo sorprendida debido a su estado de hipnosis. Sonrió.
El campanario adornado con un nido esplendoroso bien cuidado. Mimado.
Cuando repicaron las campanas, a las seis en punto de la tarde la señora se dejó ir a ese punto invisible del cual no retornaría.
Habría elegido la felicidad, quizás.
Será que vive en un mundo que ya no es.
ResponderEliminarUn mundo que le gustaba.
Podría ser, si
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