Como si flotara en el fondo del mar. Sedas flotando, pies desnudos. Eso fue lo que sintió, realmente su mente estaba allí abajo.
Mientras los demás corrían de un lado al otro, llevando pliegues de papel con sellos. Alguien se detuvo ahora en la puerta número cinco y toca, toca insistente. Espera unos minutos y repiquetea la punta del tacón, una, dos, una, dos. En aquella mesa suena un teléfono. Está vacía.
Alguien abre la puerta. Se queda con una montaña de escritos con un gesto no muy agradable. A veces, los días son muy largos, y las horas.
Se escucha una bocina en la calle. Luego la sirena de una ambulancia. El ruido de motores de los coches. Pero dentro, hay otra vida, otro modo de vida.
Mientras tanto, sigue suspendida en el fondo del mar, sin ruidos, sin taconeos, sin bocinas.
Las bondades exquisitas se hallan ahí, en un mundo silencioso. El agua se cuela por la nariz, por la boca. Puede jugar con miles de burbujas. Ahora las algas rodean la cintura, acariciando. Los ojos permanecen abiertos, admiran todo. La seda es una bandera de paz.
Nada es molesto. Nada duele.
¿Quieres un café?, dijo alguien
¿Qué?
Abruma tanto que una se evade, una no piensa, no escucha.
Hay que huir de esta fea realidad.
ResponderEliminarSoñando, fantaseando o de la forma que sea.
Besos.
Besos de vuelta!
EliminarLa realidad es una bronca contra la tranquilidad. Por eso la mente divaga, busca formas de asentar la paz, el sosiego que seda. Un abrazo. carlos
ResponderEliminarAbrazos para ti también Carlos
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