La niña con el pelo ondulado y ojos negros, redondos, mira con fijeza a los de Amelia. En realidad es Amelia quién la observa.
Es un retrato antiguo que está colocado en lo alto de la encimera. Pero el tiempo se ha encargado de que se vuelvan a encontrar, en una casona, donde la fuente escultórica y danzante lanza una lluvia fresca, inspiradora, una caricia.
El tiempo ha cambiado y el viento arrecia y provoca un remolino que lleva consigo la hojarasca teñida de un amarillo ocre, con pinceladas de un curioso dorado.
Las hojas en otoño son preciosas, son damas elegantes, bien vestidas, danzan, sonríen. Otoño es melancólico.
Sentada en el butacón no podía retirar la vista del retrato. Quiso pensar que en algún momento había entablado amistad con aquella criatura, casi estaba segura de ello.
Se estremeció porque una de las ráfagas hizo que la puerta se abriera de forma súbita, para luego cerrarse bruscamente.
De modo que, saltó del butacón. El corazón se disparó en b palpitaciones rápidas.
Y aún más cuando se fijó en el anillo que llevaba la niña en uno de sus dedos.
Era el mismo que llevaba ella. Sólo que lo habían modificado ensanchándolo.s Hay Secretos que deberían desvelarse.
Ahí hay una historia que da escalofríos.
ResponderEliminarCualquier cosa es posible.
Así es querido Toro
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