El colgante permanece pendiendo de una esquina del butacón.
¿Un poco más de té?, dijo alguien.
Si, por favor, contestó Ludmila.
Tiene una piedra preciosa , quizás sea una alejandrita, pensé mientras los demás hablaban del tiempo: hoy lloverá.
Creo que no, el cielo está despejado.
Me preguntaba cuánto tiempo habría permanecido ahí.
Alguien la llevaría puesta, mostrada con satisfacción. Quizás fue un regalo por el aniversario de boda o, tal, vez, por un cumpleaños.
Ahora la luz natural de la tarde la hace brillar, es una incandescencia hermosa. Los destellos se reflejan en los rostros. Algunos en la nariz, otros en los labios. Pero nadie es consciente de ello.
Es como asistir a un concierto de piano y violín. Siempre hay alguien que aún escuchando la música siquiera puede sentirla.
Cada nota, el murmurar del violín contando historias.
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