Eso fue lo que en el silencio más absoluto pensó la señora que ocupaba la buhardilla de la casa, que había alquilado hacía ya un tiempo.
Cada vez que amanecía reflexionaba sobre algo, cualquier cosa. Había un sauce justo enfrente, era enorme, tanto que sobrepasaba la altura de la casa. Pues bien, uno de esos días se fijó en el, y vió que en vez de ramas, habían personas, personas de todas clases: orgullosas, vanidosas, pendencieras, egoístas, musicales, amorosas, besuconas, y un sin fin de calificativos.
Le gustó tanto, que pintó un cuadro. Lo llevó a una exposición.
Y triunfó. Todo el mundo lo quería. Y es que era un cuadro curioso; pero nadie advirtió que detrás de una rama, pendía alguien sin vida.
"Te regalo mi pasado"
Quieres decir que nadie lo advirtió o fue el morbo de la gente por saber quién era, lo que les hizo querer hacerse con él.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nadie lo advirtió, pero el cuadro era muy intersante.
ResponderEliminarAbrazos y gracias por la visita.
Desafiante relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Otro abrazo para ti también
EliminarRegalar el pasado es darlo todo.
ResponderEliminarEs la generosidad máxima.
Besos.
Pienso que sí.
EliminarBesos.
Tan onírico y visual, me encantó
ResponderEliminarBesitos, genia tú
Me alegra que te guste.
ResponderEliminarAmore!