Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

viernes, 28 de enero de 2022

Coleccionista de imágenes

 



Una barba cola de pato arraigada desde mucho. Unos ojos redondos negros miraban cada instante en el que el día regalaba toda clase de imágenes.


Los trazos en el papel comenzaban a vislumbrar lo que en una estación de tren sucedía.

Un tren de cercanía de color verde con puntos de luz a ambos lados. Pasajeros suben y bajan, caminan por el andén. Ahora una halo de luz se cuela por el abombado techo perforado de diminutos agujeros. Aquella señora se coloca el sombrero. Un hombre se atusa el bigote y bosteza.


En la avenida que hay detrás los coches con sus bocinas braman. Tienen el ceño fruncido. Hay gaviotas revoloteando, ha llegado la pesca. La lonja es un prado de peces con los lomos brillantes, peces agonizantes. Comienza la subasta. Aquel señor de prominente abdomen alza la voz, quiere todo el marisco. El señor Álvarez, narizudo , con perilla, apuesta por las samas roqueras. Todo un deleite de imágenes en el papel.


En el otro lado de la ciudad hay un arco. Da la bienvenida a todo el que visite el lugar.

Hay un castañero , y un sauce que ahora se bambolea por una sutil brisa. Un sauce que ha visto cada día pasar a los transeúntes. Algunos con prisa, otros con pasos lentos, meditando cualquier cosa. En invierno las gotas de agua dan de beber al viejo sauce, envuelven las ramas, son caricias. En verano es refugio de personas acaloradas, que toman asiento en bancos de madera y beben limonada.


Los instantes quedan en los folios. En la pared hay vida, toda la vida de cada día.






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