lunes, 4 de enero de 2021

Llueven dioses

 


La lluvia cae serena sobre las habas, como un bautizo. Es un instante que se prolonga toda la tarde, un espacio de tiempo inmortalizado.

Alguien trabaja con la azada, lleva puesto sobre sus hombros un saco, de esos que vienen llenos de azúcar de cañ, o de papas.

Igualmente las gotas de lluvia resbalan por el rostro dejando un surco cristalino. La tierra es agradecida, muy agradecida. Sólo hay que saber cómo tratarla: sembrar, trabajarla con mimo. Y a veces acariciar ese precioso manto que ofrece casi de todo. 

Hoy no hay mariposas, quizás alguna dando vueltas alrededor de los jacintos, y de los asfódelos. El cielo ha vaciado una fuente sobre la tierra y el mar, los dioses deben estar contentos. 


Deja la azada y toma asiento en una butaca vieja, se quita el saco, y saca una pipa con un ribete dorado (regalo de su amado padre cuando se despidieron, porque su hijo tendría que ir a la guerra).

También calentó una sopa de cebollas en una lumbre más bien pequeña. Luego quedó medio dormido, un rato de descanso y de soñar. Pero el río que caía del cielo no se detenía, ni aquella tarde, y tampoco lo haría durante toda la noche.

Soñar, soñar es como si estuviéramos sin vida pero con el cuerpo caliente. Los sueños son otra manera de vivir, otro mundo.


Sentimos dolor, dicha, felicidad, tristeza y un sinfín de cosas, las mismas por así decirlo que cuando estamos conscientes, o despiertos.


-¿Es tu amigo?, dijo la niña de Amalia, la tendera-


¿El saco?, replicó el hombre.


Si..


Con una sonrisa plena, le dijo que si. (qué inocencia, que vida más bonita tienen los niños, o deberían tener.




4 comentarios:

  1. Tú no escribes solamente.
    Tú resucitas personas, situaciones, sentimientos... y lo haces tan bien que puedo verlo.
    Gracias.

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  2. Me gusta lo que escribes lo que llevas en el alma
    te dejo un abrazo desde lo lejos

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