miércoles, 6 de enero de 2021

El Pórtico de la Gloria

 


El porche era más que eso. El techumbre bien reforzado, un suelo entablillado. Dos bancos, uno, en el centro, y el otro, en la parte derecha. No estaba acristalado, por lo tanto el día que había tormenta la lluvia se colaba generosamente, dentro. 

Alguien preparaba una masa para rosquetes, ya empezaban a escaparse sus efluvios ondeando por toda la casa. El anís y la vainilla eran la combinación perfecta. 

Y dime, ¿Porqué el Pórtico de la Gloria?, dijo Isabella. (Era la sobrina del dueño de la casa)


- Alguien visitó la casa un día y quedó admirado al ver un porche tan particular, un porche diferente a los que había visto, replico el ama de llaves, y también una de las cocineras, mientras se secaba con un pañuelo el sudor de la frente por el calor que desprendía el horno. 

Creo que fue el doctor cuando vino porque tu tío no se encontraba bien y odiaba desplazarse a la ciudad para esos menesteres.

Después de haberle administrado la medicación, viendo que ya casi se había repuesto, aunque no del todo, se tomaba su tiempo para observar tamaña imágen con balaustres, un suelo entablillado, y sobre todo el techo: labrado con muy buen gusto, claro que la madera se prestaba a ello. Una meditación sobre todo eso lo transportaba a otro lugar. 


De modo que, el maletín en un pequeño butacón y el doctor sentado, apropiándose de lo que le rodeaba.  Era como escuchar Beethoven.


Una luna iluminó toda la fachada, iluminó el rostro del médico. 


Una hermosa sonata abrazaba su cuerpo.  

 

Isabella, al verlo dormido lo rodeó con una pequeña manta. 

Pero ya hacía horas que se había ido. 




"Y como un ungüento tu mano en mi pecho,

y como un beso mi beso en tus labios".


Hay historias que son difíciles de describir, hay ojos  y labios que son como ese porche.


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