Las lenguas de nubes deslizándose por entre las montañas picudas envuelven la comarca de una niebla plateada, sedosa. Acaricia levemente al dejarse ir hasta el alfombrado páramo para luego diluirse lentamente. Acaricia el aeropuerto y la autovía colindante. El sonido de los motores de los aviones se hace quizás más sordo. El manto lo cubre todo. Las luces de los coches saludan a los que vienen por el otro lado de la vía.
Es como si esa niebla se proveyera de un espíritu, un espectro que lo único que pretende es sentir esa sensación de plenitud cuando roza con delicadeza la piel. Como cuando las bocas se buscan ansiosas para dar el último beso. Un beso robado. El fantasmagórico espectro no pretende dañar las montañas, ni los coches, ni ensuciar la pista desde donde aterrizan o despegan los aeroplanos. Sólo dejarse ir para que por fortuna alguien se sienta feliz con sus caricias. Un soplo leve. Vaga durante largas horas aquí y allá. Ahora gira a la izquierda, ahora a la derecha, pero no pierde un sólo ápice de su belleza. Como una gran cometa.
"Es ineludible dejar de ser. Pero un espíritu libre siempre busca la paz, siempre estará.
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