El jolgorio de las aves en el parque. Los transeúntes cada cual con sus obligaciones, o placeres. Ahora, aquel hombre que lleva una pajarita en el cuello de color cereza, lee un libro. Cruza las piernas, pasa la hoja sutilmente. No escucha el barullo de los niños, ni el altear de las palomas corriendo ávidas por las migas de pan que Fátima (Mitita), ha vaciado espolvoreando al aire. Cruza la calle un muchacho en bicicleta. La dulcería acaba de colgar el cartel de abierto. Sopla una brisa que viene de aquellas montañas, las que rodean la ciudad abrazándola.
Desde la quinta planta del sanatorio una se detiene un rato y ve todo eso, todo lo que puede alcanzar la vista.
Dentro, los pasillos son largos con habitaciones a un lado, y otro. Con las puertas numeradas, cerradas. A veces se escucha un murmullo, un quejido seco. Suspiros.
Pero la muerte. La muerte viene en silencio. Acaricia levemente el cuerpo, el rostro. Roba el aliento. Poco, a poco llega la paz infinita.
Cuando todos, ahí fuera, aún no saben nada.
No es muerte, es más allá. Otra vida. Otro mundo.
Así es amiga, la muerte es parte de la vida, es un paso a la Eternidad. Muy bello. Te dejo un abrazo grande!
ResponderEliminarOtro abrazo grande para tí amiga!
Eliminar