sábado, 25 de enero de 2014

Una última ojeada

Tal y como lo dejé ya no existía, lo fue por aquel entonces. Todo se decoraba según las estaciones o el cambio de los alisios, que a veces, giraban bruscamente en otra dirección. El almendro florecía y parecía una bella dama con su diadema de brillantes y nacaradas perlas; el cercado contenía una tierra  hermosa con una pizca de púrpura, era una alfrombra suave y delicada; el balsete parecía un mar  lleno de toda clase de criaturas en efervescencia a la hora de la merienda. El tintineo de los cubiertos en las pequeñas y decoradas tazas de café se hacían ecos que llegaban al terrazo donde las criaturas jugaban; en las caballerizas resonaban los relinches de los diez caballos; a menudo Feliciano y Moro caballeaban por aquellos parajes , que ahora son prados de cimientos grises y hasta parece que las estaciones huyeron...

15 comentarios:

  1. Recuerdos de otros tiempos, y no dejamos de evolucionar, solo hay que pensar si será para mejor...
    Abrazos.

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  2. Es triste pero lleno de sentimiento, enhorabuena. Aniagua.

    Besos.

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  3. Un recuerdo de un tiempo lleno de añoranzas que afloran en tus versos.
    Un abrazo.

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  4. Los paraísos perdidos a veces no conviene visitarlos... Muy intenso, María.
    Un saludo
    JM

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  5. Los recuerdos siempre están en nuestro corazón.

    Un beso.

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  6. Cómo mata el hormigón y el cemento el paisaje y los recuerdos...las bellas saudades. Un abrazo. Carlos

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  7. Sí, a veces puede parecer que hasta las estaciones desaparecen... Y sin embargo todo permanece...

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