Tal y como lo dejé ya no existía, lo fue por aquel entonces. Todo se decoraba según las estaciones o el cambio de los alisios, que a veces, giraban bruscamente en otra dirección. El almendro florecía y parecía una bella dama con su diadema de brillantes y nacaradas perlas; el cercado contenía una tierra hermosa con una pizca de púrpura, era una alfrombra suave y delicada; el balsete parecía un mar lleno de toda clase de criaturas en efervescencia a la hora de la merienda. El tintineo de los cubiertos en las pequeñas y decoradas tazas de café se hacían ecos que llegaban al terrazo donde las criaturas jugaban; en las caballerizas resonaban los relinches de los diez caballos; a menudo Feliciano y Moro caballeaban por aquellos parajes , que ahora son prados de cimientos grises y hasta parece que las estaciones huyeron...
Recuerdos de otros tiempos, y no dejamos de evolucionar, solo hay que pensar si será para mejor...
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias por tu visita y comentario. Asun
EliminarAbrazos,
Es triste pero lleno de sentimiento, enhorabuena. Aniagua.
ResponderEliminarBesos.
Gracia Amapola Azzul
EliminarBesos.
Un recuerdo de un tiempo lleno de añoranzas que afloran en tus versos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por pasar, Rafael
EliminarUn abrazo
Prados de cimientos grises...
EliminarQué hemos hecho?
Los paraísos perdidos a veces no conviene visitarlos... Muy intenso, María.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Cierto , Juan
EliminarSaludos
Los recuerdos siempre están en nuestro corazón.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias , María.
EliminarUn beso.
Cómo mata el hormigón y el cemento el paisaje y los recuerdos...las bellas saudades. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarQué bello comentario, Carlos
EliminarAbrazos.
Sí, a veces puede parecer que hasta las estaciones desaparecen... Y sin embargo todo permanece...
ResponderEliminarCierto, Ernesto...
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