No olía precisamente a un huerto de lirios, o, de bellos jazmines. Aunque le hubiera gustado que así fuera, lo más probable es que infortunadamente el huerto desprendía los humores de todos los espíritus.
La ataban esas cadenas gruesas que aunque no se ven, se sienten. Nada besaba su rostro, nada acariciaba su espalda y por eso sus manos se entrelazaban y estaban frías, con miedo, el mismo que horas antes o, días antes entró por la ventana del hogar y la tomó.Le resultaba bastante oneroso estar en aquel lugar que ya rechazaba, porque faltaban las cálidas palabras, o algún rincón agradable.
Alguien debió dejar que el frío entrara y la soledad, acompañándolo; muchas voces que lloraban ayuda y otras en silencio detrás del mostrador martilleando las teclas, para unir palabras que acabarían en algún archivo. Fue agradable cuando sintió el tibio ósculo que rozó su mejilla y algunas de sus lágrimas llegó a la comisura de sus labios, el dulce sabor de almendras con azúcar penetró y esa tibieza hizo que durmiera , no así lo que el médico pretendía con un relajante, porque solo conseguiría una pesadilla más, de tantas que ya se colaban desde pequeña en un mundo que no era real...
Esas cadenas invisibles pesan muchoy son peores que las que sienten los cuerpos en la realidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Otro abrazo de vuelta, Rafael...
EliminarMe solidarizo con el horror a las pesadillas.
ResponderEliminarBesos.
Pesadillas que a veces son reales, en sitios frios y abrazos frios.
EliminarBesos,
La soledad conlleva el helor y la amargura, por eso se siente tan intensamente un beso, aunque sea imaginado.
ResponderEliminarGracias Marcos por pasar y comentar...
EliminarSaludos
Hoy traemos dolor,bueno, también encierra su belleza la tristeza,aunque me ha recorrido un escalofrío,
ResponderEliminarabracitos María
Sentí que debía contar algo real, como un diario...
EliminarAbracitos de vuelta Ramón.
Tus relatos no solo despiertan profundas emociones sino que siempre ponen en alerta a todos los sentidos, al olfato rodeado de jazmines y lirios, y al gusto paladeando almendras con azúcar.
ResponderEliminarSiempre un placer leerte.
Un abrazo.
Me alegra mucho que te haya gustado, Marisa..
EliminarGracias por tu visita.
Un abrazo
Cuánto sugiere este relato¡ Alguien podría decir, en su hermenéutica del texto, que el personaje, es otro de esos que abundan en Pedro Páramo de Juan rulfo, yertos, pero hablando desde la misma muerte, pero me infiere más, una mujer enferma, con los sentidos despiertos, aún despierta a los sentimientos, a la que más puede el sentimiento de un beso, para su relax, que los menjurjes de un médico, tratando de aliviar sus dolencias. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarMe encanta tu comentario, tus bellas descripciones,Carlos.
EliminarEs cierto, es más bien como dices un beso lo que arropa más que todo.
Abrazos,
Me ha gustado mucho, escribes precioso. Es muy interesante, profundiza mucho en el sentimiento de la protagonista.
ResponderEliminarMuchos besos.
Muchas gracias , me alegro que te guste lo que escribo, eres muy generosa.
EliminarMuchos besos de vuelta.
Creo que dejé comentario, soy un despiste :)
ResponderEliminarSi que lo has dejado...
EliminarBesitos