miércoles, 18 de agosto de 2021

De esos momentos en que la veneración es la protagonista.

 

Discretamente quitaba el papel a los regalos, (Un momento convulso, una inmediatez sin medida alguna), aquella medallita plateada, con el signo del zodiaco, la llevaría puesta una infinidad de años, incluso, poco antes de haber cumplido los cuarenta, la habría dejado a buen recaudo, en un pequeño cofre. Igual con los libros, todos apilados. Con la veneración absoluta hacia ellos, folios y folios donde se descubría el sentido de la vida, el pensamiento puro, la transcendencia de los hechos, a quien los tuviera en sus manos, en cualquier parque, en una biblioteca. En la propia cama antes de dormir.

De modo que plegaba el papel como si se tratara de un mantel. A veces los dejaba en alguna estantería, o los guardaba en algún cajón. Por el mero hecho de saber que no se habían roto, que las flores pintadas seguirían ahí, algunos, parecían lienzos, con una belleza personal, como un cuadro de Monet.

Por lo tanto era incapaz de destruir la belleza, siquiera una mosca habría de caer en sus manos para morir…
















Ya no habrá sol


Por mucho que se empeñó en querer asistir a la fiesta de cumpleaños, por mucho que se había acicalado, la magia se había roto, como un frenazo en seco de un coche a punto de estallarse contra un muro. De modo que regresó a la habitación, no sin antes haber llorado como una niña y haber pateado la arena negra de la playa de Duque.


Se quitó el vestido, que se había arrastrado y dejado un surco en el mismo borde, donde iban y venían las olas. Estrepitosas olas, encadenadas olas. Llevaba un bonito recogido, que atado con horquillas y un adorno de plumas, realzaba su cabellera negra...

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