Pegar la oreja a la almohada y querer oír las pisadas y los ecos de otros años, además de al mismo tiempo, querer sentir el presente, todo ello fusionando ambos tiempos; como si no hubiera sido el pasado, pasado, ni el presente, presente. Y cuando se consigue todo ello, resulta algo que no diría maravilloso, pero si algo verdadero, algo que se puede casi tocar, vivir; es como otra realidad, si es que hay algo real, si es que hay tiempo en el tiempo. Pero la realidad es real, si seguimos con la oreja pegada a la almohada, si podemos sentir todos los latidos y una fina línea de contenidos atravesara todo nuestro interior dando giros hasta llegar muy adentro. Llegan las lenguas de las olas; las pequeñas voces; pero también regresan las tribulaciones de otros momentos, que se despeñaron por un profundo precipicio, y, aunque formen parte del fusionado, no dejan de ser latidos incoherentes que se prendieron igual que los alfileres para confeccionar una prenda de fino paño negro o azul. - ¿Señora?,¿ toma algo?..Si, gracias...Los aullidos de los alisios también fueron y son parte de esas sensaciones, de esos latidos cuando se regresa al pasado. Lo mejor de ello es poder seguir todo el tiempo que se pueda, ahí recostados y sintiendo vibrar un páramo entero.
jueves, 27 de febrero de 2014
martes, 25 de febrero de 2014
Horas de ensueño
Renglón tras renglón desaparecen las palabras que, momentos antes se hallaban llenas de vitalidad; ahora son invisibles a los ojos, invisibles en el folio; sin embargo habrá otro momento, otro lugar; otra hora, en que el verso fluya igual que un río repleto de peces.A veces sueño y mi sueño puede ser tan real, que no deseo despertar; lo malo de ello, es que difícilmente se puede volver, o no se quiere volver.¿Serán esos versos, pequeños duendes traviesos, que arrebatan en sus sacos de lino todas las letras para hacerlas huir a mi sueño?.
lunes, 24 de febrero de 2014
Aroma de domingo
Parece ignoto saber que la cafetera es la única que puede hacer un café aromático y con un sorbo, todo queda arreglado, toda esa calma en unos momentos; cuando antes de ello el jolgorio reverberaba en todos los ángulos de la cocina.Y aún más antes el pequeño yorsay repartía a diestro y siniestro pequeños mordiscos en los tobillos de las señoras.¿Y qué se preguntará Maura?,Seguramente que es pronto para estar allí, porque hace poco una pulmonía la dejó mutilada, casi; pero la conversación no podía dejarse para el lunes o el martes, tendría que ser el domingo a la hora del café, a la hora en que las caras medio dormidas se miraban unas a otras, buscando en el interior de su cabezas alguna pista, algún camino que las llevara a esa cita tan importante...,
Casi" in extremis" debía de ser, porque el reloj daba las once y el corro ya estaba completo.Además de los vestidos nuevos de alguna de ellas, los zapatos de oferta de la temporada, algún sombrerillo adornado con cintas. El tema central era la importancia de que alguna en algún momento había faltado a la homilía y eso era imperdonable, era un sacrilegio; sin embargo, la piel que cubría el cuello de Gusmi no habría sido más que una adquisición a última hora de las ofertas en los almacenes de la calle Benavides. Cada cual dijo la verdad o la mentira, cada cual se fue y las tazas esperarían hasta la próxima reunión de señoras elegantes y bien vestidas.
Casi" in extremis" debía de ser, porque el reloj daba las once y el corro ya estaba completo.Además de los vestidos nuevos de alguna de ellas, los zapatos de oferta de la temporada, algún sombrerillo adornado con cintas. El tema central era la importancia de que alguna en algún momento había faltado a la homilía y eso era imperdonable, era un sacrilegio; sin embargo, la piel que cubría el cuello de Gusmi no habría sido más que una adquisición a última hora de las ofertas en los almacenes de la calle Benavides. Cada cual dijo la verdad o la mentira, cada cual se fue y las tazas esperarían hasta la próxima reunión de señoras elegantes y bien vestidas.
domingo, 23 de febrero de 2014
Donde el Cielo habita
Avanzada la mañana, pero no lo bastante como para decir que era mediodía, se desplegaban todas las hermosas alas del inmenso páramo, acunado por altas rocas, algunas sin erosionar con sus picos llegando al techo. Los largos brazos de Echeyde se extienden por todo el valle, cubierto de un manto nevado, igual un pastel de merengue recién hecho, recién esparcido; pareciera la basílica de San Pedro, aquella cúpula erguida, dominando todo el valle; cada espacio; caceríos; huertos sembrados de altas espigas doradas. Cual espejo se refleja en el mar un paraíso que se llama Gomera, un trozo de tierra delineada perfectamente; y está allí para deleite de los miles de ojos que la contemplan, se alza casi tocando con la punta de los dedos el piélago. En lo alto igual que dos fieles soldados, dos hermosas rocas vespertinas, ya sin su capa gris de la noche; parecieran dos reyes, Ancor el Mencey y el Guanarteme Semidán. Justo enfrente, la princesa Aniagua pespunta con delicadas maneras el manto verde oliva que cubre la ladera y termina abarcando la otra parte del barranco acariciando el suelo.Cien hermosas palmeras lucen sus hojas que son igual que los cabellos de las señoras, recién peinados; sedosos; perfumados. Algunas danzan con suaves movimientos por las corrientes de aire que se despeñan ladera abajo. Algunos pinzones azules parecieran un coro de voces, que reverberan tocando aquí y allá, cada piedra, cada chimenea del caserío blanco; cada lomada que en descenso llega a un mar, y el trinar de ellos, se mezcla con el sonoro vaivén de pequeñas olas jugetonas. Podría decir que es un espectáculo ilusorio ver algo de tanta magnificencia; todo envuelto en un tejido de seda; todo incapaz de desaparecer; entonces se confiere a Maia, la princesa, toda la belleza que encierra el gran cofre ocre que aguarda cada día para mostrar tanta magnitud de la naturaleza.
jueves, 20 de febrero de 2014
Horas de merienda
Se sirvieron limonadas para refrescar las gargantas de los que se hallaban en la casa; el calor hacía que el agobio llegara a los pensamientos de todos, además de dejar un insoportable e incomodo malestar. La señora Moly y su mastín siempre estaban juntos; nunca el uno sin el otro.La señora Moly de niña era chata, siempre andaba igual que un cabritillo, saltos aquí, saltos allá; la finca que rodeaba el pequeño grupo de casas, todas iguales, todas en fila, era el lugar donde se había criado, donde creó su propio mundo, un mundo de estrellas bajitas; otro mundo de cercados repletos de hierbas aromatizadas; y aquella casa en ruinas a medio construir, fue la casa que entraba en sus sueños, cada noche y la sometía a diversas pesadillas, ella ahí en la casa recorriendo todos las habitaciones vacías, sin muebles, sin cristales en las ventanas; pero, lo más que la asustaba era cuando, lentamente subía a la planta alta también a medio construir, y asomaba a un balcón desdentado y creía precipitarse al vacío; esas pesadillas se repitieron a lo largo de unos años, luego, ya en la adolescencia, desaparecieron, igual que aquella casa en ruinas, a medio construir; en su lugar un ancho camino asfaltado se quedó encima apagando quien sabe que, tantas historias.
La limonada se había acabado y mandaron a por más, y también algunos merengues recién horneados. Los señores como quiera que sea que se llamasen y las señoras como quiera que sea que se llamasen también, farfulleaban como si tuviesen miedo de que ese instante se escapara en un segundo y ya no habría más limonada ni merengue en la mesa, o también sentirían que el tiempo era escaso, como casi todo el tiempo que ellos tenían para compartir o para algún recado, o realizar compras en la ciudad. La señora Moly sonreía pero con esa sonrisa oprimida, cual si llevara un nudo en su estómago o un corsé apretado para que todo quedara bien escondido, dentro; era la misma sensación de no poder sentirse tan libre como cuando era un cabritillo. Mientras acariciaba a su mastín asentía con la cabeza y en algún momento pedía disculpas por no poder seguir todos los sonidos disparados de las bocas que seguían farfulleando aprisa. Cuando la merienda se acabó, cada cual se retiró por un camino diferente, o algunos iban al mismo lugar y entonces se fueron en parejas. Los visillos volvieron a unirse y las persianas verdes cerraron sus ojos. La señora Moly se quedó dentro, con alguna sonrisa que todavía se quedaba perezosa y por fin el nudo del estómago se fue disolviendo poco a poco; ahora sonreía y respiraba hondo. El cercado; y las estrellas bajitas y los ramilletes de lirios y el cabritillo, todo, en su mente.
miércoles, 19 de febrero de 2014
Tiempo sanador
Cada cual dirige sus pasos a lo que piensa que será su lugar y la felicidad, y encontrarse con gente de su misma clase, pero ninguno realmente sabe que sólo hay una dirección, sólo una felicidad y muchas clases de gente, y ésto es tal real como un bosque de laurisilva regado por la lluvia; tan cierto como el llanto de un niño cuando viene al mundo y sus pulmones se estrenan con el primer soplo de vida.
lunes, 17 de febrero de 2014
Una historia diferente
De ningún modo iba a resignarme y tampoco permitiría que aquel hombre con bata blanca entrara sin llamar a la habitación fisgoneando todo, con sus barbas blancas en cascada y sus ojos pequeños, redondos y su sonrisa irónica. Pasé el cerrojo con cautela para que no advirtiera nada. Le oí como empujaba la puerta con fuerza, de un modo grotesco, igual que un oso pardo sacudiendo un grueso madero. Dos semanas antes supimos de la interna del lado oeste, había amanecido ahorcada en su celda; en el fondo sabíamos que aquel ser monstruoso la había violado.Durante toda la noche me cercioré de que la puerta permaneciera bien atrancada; casi no había dormido, los primeros rayos de sol entraron libres por el ventanuco, de alguna manera me alegraba de amanecer sana y salva. Durante ocho años permanecí allí, en aquel lugar indómito; frío; austero; insoportablemente espartano. Un día a la semana nos reunían en grupo de cinco o seis internas, y nos mortificaban con advertencias y amenazas terribles. Yo también sucumbí a sus garras una tarde de verano, cuando me refrescaba medio desnuda; al principio sentí odio; un vómito intenso salió de mis entrañas, cuando me tomó; me sobrepuse y siguieron los días detrás de las noches o viceversa. Sentí rechazo por mí misma porque en el fondo me gustaba estar con él y debía pensar la manera de acabar con todo; fui a buscarle, sabia que volvería a tomarme igual que una bestia, un demonio rojo>en eso se convertía cuando nos tenía>- Llevaba unos minutos encima de mi cuerpo, balbuceando sandeces; profiriendo no sé que palabras en latín, que yo no entendía. En el momento preciso hendí el cuchillo de cocina en su espalda; un aullido espantoso, junto con un hedor insoportable salió de su boca torcida. Un dieciocho de junio fui liberada de aquel endemoniado lugar, nadie supo jamás quien había acabado con la bestia. Me deshice de su deforme cuerpo arrastrándolo como pude y arrojándolo al acantilado, por un ventanal que por unas horas permanecía abierto por orden del prelado. Supe que me había convertido en un ser sin apenas sentimientos, una asesina, pero nunca me arrepentí de lo que hice. Jamás encontraron el cuerpo de Nor, el médico.
domingo, 16 de febrero de 2014
Cenefa de flores
Ella habla conmigo, sin embargo no entendemos bien la coversación de ambas.
Repite dos o tres veces , que el arroz con pollo y pimientos quedará sabroso, que cuando llegara la hora de la comida, todos acudirían y ella se sentiría orgullosa por ello. Pero yo, sabía perfectamente que a ella lo que le hubiera gustado es que le dijeran que estaba bonita con su nuevo color de pelo, o que la sopa de letras había quedado perfectamente realizada. Aquí ha quedado una mota de polvo- dice. Y yo asiento y vuelvo a pasar la mopa, disciplinada, igual que cuando era una niña. Sus negros ojos brillan cuando la luz entra por el ventanal de la cocina y yo sonrío porque la veo igual que cuando necesitaba de sus besos, de sus arrumacos:Desparece la sopa de letras en la mesa; desaparece la cocina eléctrica; desparece el gran ventanal de la cocina, mejor ahora, me digo, y no dejo de mirarla, es como si sostuviera en mis manos un libro, y las páginas en vez de avanzar, retrocedieran, y, estamos juntas, en una pequeña cocina, con una pequeña lumbre, una plancha de hierro pendiente de la fogata para las camisas blancas de papá; y ella, con una sonrisa, y unos jóvenes ojos negros me consuela: Sana, sana,sanita...y yo, beso su cuello moreno, y duermo, confiada, en su pecho...,
Repite dos o tres veces , que el arroz con pollo y pimientos quedará sabroso, que cuando llegara la hora de la comida, todos acudirían y ella se sentiría orgullosa por ello. Pero yo, sabía perfectamente que a ella lo que le hubiera gustado es que le dijeran que estaba bonita con su nuevo color de pelo, o que la sopa de letras había quedado perfectamente realizada. Aquí ha quedado una mota de polvo- dice. Y yo asiento y vuelvo a pasar la mopa, disciplinada, igual que cuando era una niña. Sus negros ojos brillan cuando la luz entra por el ventanal de la cocina y yo sonrío porque la veo igual que cuando necesitaba de sus besos, de sus arrumacos:Desparece la sopa de letras en la mesa; desaparece la cocina eléctrica; desparece el gran ventanal de la cocina, mejor ahora, me digo, y no dejo de mirarla, es como si sostuviera en mis manos un libro, y las páginas en vez de avanzar, retrocedieran, y, estamos juntas, en una pequeña cocina, con una pequeña lumbre, una plancha de hierro pendiente de la fogata para las camisas blancas de papá; y ella, con una sonrisa, y unos jóvenes ojos negros me consuela: Sana, sana,sanita...y yo, beso su cuello moreno, y duermo, confiada, en su pecho...,
sábado, 15 de febrero de 2014
La luz de un ópalo
Debió ser por noviembre o, quizás, octubre, cuando la fuerte nevada anegó plazas y cubrió árboles y dejó las estatuas abrigadas de un frío hielo, los pájaros se fueron en bandadas antes de que ellos fueran asidos por la mano blanca que cubría todo. Me hallaba enfrente de ella, sentada en un butacón tapizado; por entonces contaba yo con veintiséis años y la quería tanto, igual que ahora la quiero. En las vidrieras de las puertas se reflejaba la luz tenue de las lamparillas azules de las mesillas, yo no apartaba la vista de ella, ella, dormía y era un ángel con sus manos olivas, con su pelo negro, con sus ojos cerrados , serenos. La recuerdo ahora con su rodete negro, con sus ropas siempre marrón, siempre amarillo: Ella viene por la vereda estrecha entre miles de hortalizas y yo veo su figura desde la balaustrada, y sonrío, y mi sonrisa abarca todo el terrazo del patio. Seguramente fue noviembre cuando aquella nevada dejó el frío rocío de sus dedos muertos; pero sin embargo, ella, y yo, permanecemos juntas, abrazadas en un cálido tiempo, en ese tiempo, que hoy, se ha detenido por unos momentos.
Pensamiento(15/02/14)
Nada relevante es decir, quién dijo esto o aquello. Una vez que hayan salido desbocadas de cada labio las palabras, estas,siempre se dirigen a un lugar, que a veces es su destino, pero otras, han ido por un camino equivocado...
María Estévez.
María Estévez.
jueves, 13 de febrero de 2014
Una señora con pañuelo
Atado a la pared, expuesto, visible, el retrato de ella. Los desayunos transcurren entre sonidos de cucharas, cuencos con leche; mermelada de mora y las manos y las voces no paran hasta que la mesa queda tan limpia y vestida, antes de todo eso. Los dos ventanales del exterior permanecen abiertos, igual que las bocas de algunas serpientes, que hambrientas, engullen todo. En éste caso los dos ventanales actúan igual que las hambrientas serpientes;cada pisada de transeúntes, cada ramo de lilas de los jardines; el tic,tic, tic de algún mirlo que en esos momentos para en los surcos donde brotan las rosas, los jazmines y, va directo al racimo de uvas para beber el jugo dulce. Se atiborran los ventanales de todo ese olor y el sabor penetra en todas y cada una de las habitaciones. Cada cual toma su sombrero, sus guantes y cada cual a sus obligaciones. Hay un momento del día en que la luz del sol entra en la alcoba y acaricia cada rincón, cada pared y el retrato toma vida, se acrecienta y cobra una dimensión profunda, una dimensión perfecta de todo lo que en él compone algo así como una historia, un tiempo, ya pasado. Entonces aparece ella, de pié, igual que tantos años, igual que cada navidad, o cada verano; enlutada cual magnolia triste; cubierta desde los pies a la cabeza de esa oscura aflicción, fiel junto a un cuerpo exánime oculto por una blanca pieza de mármol; ese cuerpo no podría responder a sus múltiples preguntas; ya no podría besar sus manos morenas; sus labios algo finos, pero suaves; sus ojos negros como un trozo de carbón. A medida que la mañana avanza los destellos desabrochan las imágenes del retrato; hay cipreses tan altos que llegan al cielo, queriendo escapar de un lugar ya dormido; estrechos caminos silenciosos sin adornos y a un lado, y al otro, los mármoles fríos con grabados, con crucifijos y flores secas. Las piernas de ella están cubiertas de medias gruesas; un día fueron acariciadas, fueron besadas y blandidas por unos brazos fuertes, por el arrogante porte de un joven al que casi nadie conoció y que un día apareció en la vida de ella, después de que acabara la guerra y los aviones dejaran de vomitar cuchillos que terminaban clavándose en casi todos los tejados; sin embargo, ¿porqué permanecía tan yerta, tan seria?- ¿acaso se sentía en la obligación de no mostrar ese río de lágrimas de dentro?- Sus convicciones no permitirían que el amor que sentía por él, no fuera más que un sentimiento de fraternidad por alguien que ya no estaba.Su rostro, aunque joven, se hallaba curtido por culpa de días al sol, de horas de laboriosos trabajos; ni la sombrera ancha de paja, pudo reservar la piel oliva. El ramillete de espliego que contenía una de sus manos, era para él, para ese "amigo" , que ahora ocupaba uno de aquellos huecos fríos, huecos donde permanecen los que se van de éste mundo, con sus secretos, con sus recuerdos; y donde termina la última secuencia de una película sonora, llena de amaneceres y anocheceres, de ratos de observar el inmenso piélago de un mar o de un cielo. Al caer el sol, llega un incipiente crepúsculo y el hogar se llena otra vez de voces, de idas y venidas. La cena concurre entre los sabores del pescado y el puré y la cotidianidad de cada uno, verseada casi por todos. Duerme otra noche y el retrato sepia expuesto en la pared y la silueta de ella, ahora reflejada por la luna sigue inmutable, resintiéndose abondonar un huerto seco, sin brisa; negándose una vez más soltar el ramillete de espliego, donde se habría ocultado todas las palabras de amor que se profirieron a escondidas.
miércoles, 12 de febrero de 2014
Tú eres
No son los recuerdos, ni los zapatos más bonitos que siempre hemos deseado tener; es el amanecer de un nuevo día, y esa decisión que hayamos escogido, lo que nos lleva a permanecer más o menos distantes de un final que siempre aguarda...
martes, 11 de febrero de 2014
Un cielo de cañas de azúcar
Siempre eran las mismas horas en que el día tomaba un color ocre, pero el cielo seguía estando tan limpio y azul. El olor del día se hacía intenso y entraba el aroma por la nariz de todos los que por allí transitaban , que no eran demasiados; olía a vainilla a bizcocho recién horneado; a fresas y nata; olía a tarde de vida. Georgiana vestía siempre con esos colores amarillos y marrones y el rodete de su pelo siempre impecable; una vez por semana la mujer y una niña, ambas cogidas de la mano, atravesaban aquel huerto separado por una tajea ancha Por aquellos tiempos la más insignificante vereda se convertía en un bello camino plagado de verde; de trigo espigado; de mariposas. Las horas no se detienen nunca, los días se suceden y esas veredas de ahora les falta todo el sabor de otras estaciones.La mujer sonríe porque todos esos pasajes se quedaron igual que se queda la mermelada, o la mantequilla en una tostada...
domingo, 9 de febrero de 2014
Hace apenas un millón de días
Como quiera que sea ese sueño de anoche se cumplió y la sensación fue la misma que, cuando tumbada en la hierba trato de escuchar algún sonido, algo que normalmente no hallo alrededor. Quizás busco debajo de esas Pléyades de manto verde, de esa tierra húmeda , un refugio o la calma que se ausenta. Dormir; vagar; respirar; todo ello con mi oreja pegada al suelo verde y oír ese río de palabras donde me encuentro cómoda, sólo el fluir de ellas, sólo eso. No fue tal sueño, es donde quería llegar, donde hace tiempo quería estar, atada a ese manto regresivo; como si todo él se convirtiera en la envoltura que andaba buscando...
sábado, 8 de febrero de 2014
Tal vez un sueño
Lleva horas observando la lluvia y le gusta como se derrama por los cristales, quizás, buscando entrar y anegar toda la habitación y también a ella. El dolor aumenta y los ojos se vuelven pequeños; enrojecidos; soñolientos. El olor de los desayunos entra por debajo de la puerta. Tostadas con mermelada amarga; café de Alepo recién hecho; un barquillo de crema. Recoge su pelo con la pinza verde de brillantes; regalo en herencia de la bisabuela, además del cofre y el cobertor negro con bordado.El médico había estado con ella unos minutos antes: >>Me alegro mucho, porque las cicatrices de ambas muñecas sanan bien>>. Se quedó todo el día detrás de las cristaleras desando ahora, que ese río entrase y ahogara todo.
martes, 4 de febrero de 2014
Otoño, fresno y rosas
Casi tenía todo ideado, preparado en su mente; proyectado igual que una película, desde el comienzo, hasta el final. El sol saldría brillante y el mar calmado, lleno vida;daba igual que fuera el mar Caspio; o mar de Aral o cualquier otro.Habría solomillo con naranja; fresas y nata en cuencos de cristal labrado; habrían risas, alborotos; globos en ramilletes en cada esquina de la casa. Se habría esmerado en limpiar aquellos jarrones para que los tallos de las rosas se vieran hermosos igual que capullos amarillos, que, durante la noche desplegarían sus pequeñas alas; capa tras capa brotarían rosas tan bellas como las señoras cuando tienden sus sábanas a primera hora del día. En los pomos de las puertas se reflejaría la luz de un sol, con todos sus dedos dentro de la casa; Ella misma iría a la compra, y las flores las recogería a la vuelta, y ese día no sentiría la angustia de conducir, no le importaría recorrer unas cuantas calles más arriba o, abajo, o atravesar el puente lleno de automóviles feroces. Sabría justo la medida y la cantidad de harina que llevaría el bizcocho de chocolate, adornado con cerezas. El vestido un poco ajustado le vendría bien; el mismo vestido, que había permanecido algún tiempo en el ropero en silencio, adormecido por los dos o tres años de clausura.
Todo permanecía en su cabeza, y podía ser tan hermoso, igual que en otras épocas. << Nada será, nada pasará>> , repitió tantas veces, una y otra vez; el torbellino de ideas se disolvió junto con la euforia que había brotado de ella; el jardín la rodeaba, la banqueta al lado del olmo; sus ojos llenos de una lluvia transparente; sus manos reposaban una encima de la otra.
Palabras
Un día siguiente no existe, son ecos de anteriores momentos, que crean un puente para unir un incierto futuro.
domingo, 2 de febrero de 2014
Libélulas en verano
Algunos de los veranos en el barrio, Ángeles nos llamaba con el tintineo de una pequeña campanilla <Que ya empieza la clase> y sonreía con su largo y rubio cabello, que descansaba sobre sus hombros juveniles. Nos quedábamos observando como degustaba alguna peladilla de la navidades pasadas, que rezagadas todavía dormían en la pequeña alacena verde de la abuela. Le habían proporcionado cinco o seis pupitres muy señoriales y de muy buena madera; una gran pizarra en la pared se llenaba de números o de letras y, a veces yo, pintaba caminos; y la charca grande del abuelo Antonio; las sábanas blancas de mi madre; las preciosas trenzas de mi hermana Carmita. Ángeles llenaba su habitación de aquella famosa actriz tan rubia como ella y yo, en silencio, me quedaba allí contemplando aquel lienzo de caras y melenas. Un día a la semana de aquellos largos y cálidos veranos infantiles, Ángeles, la hija de mi abuela Delfina, nos daba clases de francés. Attention les enfants: un pré vert...; su voz susurrando se alejaba de mis oídos de mis pequeñas orejas; el sonido de la campanilla, cuando acababa la clase, me devolvía al pequeño saloncito, al que llamábamos el cole de verano.
sábado, 1 de febrero de 2014
Nubes de azúcar
La capa gris que cubría el mar se había ido, se mostraba tranquilo, pintado de un celeste apropiado para el día.El faro dormía y las gaviotas buscaban comida picoteando las puntas de las pequeñas olas; allá, un horizonte perfecto dividía las dos mitades. A medida que recorría el camino, los almendros bostezaban vestidos de pequeñas flores, parecían damas con preciosos abalorios; se exhibían a un lado y al otro de los peñones y mezclados con las grandes hojas verdes y con las retamas y los pinos. Un gran tsunami de nubes se extendía igual que una alfombra y debajo, quedaban atrapados los caminos, las casas, las playas; el repiqueteo de campanas, las voces de los transeúntes. Surgió entonces el volcán de Nivaria con un manto tan grande que llega al mismo filo del mar. Zeus debió estar allí para apaciguar la brisa, y acrecentar aún más el intenso azul del cielo.
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Ballade pour Sophie
Ballade pour Sophie
Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...