Atado a la pared, expuesto, visible, el retrato de ella. Los desayunos transcurren entre sonidos de cucharas, cuencos con leche; mermelada de mora y las manos y las voces no paran hasta que la mesa queda tan limpia y vestida, antes de todo eso. Los dos ventanales del exterior permanecen abiertos, igual que las bocas de algunas serpientes, que hambrientas, engullen todo. En éste caso los dos ventanales actúan igual que las hambrientas serpientes;cada pisada de transeúntes, cada ramo de lilas de los jardines; el tic,tic, tic de algún mirlo que en esos momentos para en los surcos donde brotan las rosas, los jazmines y, va directo al racimo de uvas para beber el jugo dulce. Se atiborran los ventanales de todo ese olor y el sabor penetra en todas y cada una de las habitaciones. Cada cual toma su sombrero, sus guantes y cada cual a sus obligaciones. Hay un momento del día en que la luz del sol entra en la alcoba y acaricia cada rincón, cada pared y el retrato toma vida, se acrecienta y cobra una dimensión profunda, una dimensión perfecta de todo lo que en él compone algo así como una historia, un tiempo, ya pasado. Entonces aparece ella, de pié, igual que tantos años, igual que cada navidad, o cada verano; enlutada cual magnolia triste; cubierta desde los pies a la cabeza de esa oscura aflicción, fiel junto a un cuerpo exánime oculto por una blanca pieza de mármol; ese cuerpo no podría responder a sus múltiples preguntas; ya no podría besar sus manos morenas; sus labios algo finos, pero suaves; sus ojos negros como un trozo de carbón. A medida que la mañana avanza los destellos desabrochan las imágenes del retrato; hay cipreses tan altos que llegan al cielo, queriendo escapar de un lugar ya dormido; estrechos caminos silenciosos sin adornos y a un lado, y al otro, los mármoles fríos con grabados, con crucifijos y flores secas. Las piernas de ella están cubiertas de medias gruesas; un día fueron acariciadas, fueron besadas y blandidas por unos brazos fuertes, por el arrogante porte de un joven al que casi nadie conoció y que un día apareció en la vida de ella, después de que acabara la guerra y los aviones dejaran de vomitar cuchillos que terminaban clavándose en casi todos los tejados; sin embargo, ¿porqué permanecía tan yerta, tan seria?- ¿acaso se sentía en la obligación de no mostrar ese río de lágrimas de dentro?- Sus convicciones no permitirían que el amor que sentía por él, no fuera más que un sentimiento de fraternidad por alguien que ya no estaba.Su rostro, aunque joven, se hallaba curtido por culpa de días al sol, de horas de laboriosos trabajos; ni la sombrera ancha de paja, pudo reservar la piel oliva. El ramillete de espliego que contenía una de sus manos, era para él, para ese "amigo" , que ahora ocupaba uno de aquellos huecos fríos, huecos donde permanecen los que se van de éste mundo, con sus secretos, con sus recuerdos; y donde termina la última secuencia de una película sonora, llena de amaneceres y anocheceres, de ratos de observar el inmenso piélago de un mar o de un cielo. Al caer el sol, llega un incipiente crepúsculo y el hogar se llena otra vez de voces, de idas y venidas. La cena concurre entre los sabores del pescado y el puré y la cotidianidad de cada uno, verseada casi por todos. Duerme otra noche y el retrato sepia expuesto en la pared y la silueta de ella, ahora reflejada por la luna sigue inmutable, resintiéndose abondonar un huerto seco, sin brisa; negándose una vez más soltar el ramillete de espliego, donde se habría ocultado todas las palabras de amor que se profirieron a escondidas.
Me gusta mucho esa luna , besos para ti.
ResponderEliminarEnhorabuena por la luz.
Gracias Amapola Azzul
EliminarBesos para ti también.
¡Qué bien descrita esta escena de ficción o realidad que tu protagonista nos deja a través de tus letras...!
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades.
Gracias Rafael, me alegro mucho que te haya gustado.
EliminarAbrazos
Demasiados huecos ya.
ResponderEliminarPor todas partes.
Besos.
Vale...
EliminarBesos.
Disfruto leyéndote,aunque desatas en mí las nostalgias.
ResponderEliminarUn beso.
Me alegra Tracy. Siento que despierten tus nostalgias.
EliminarOtro beso de vuelta y feliz fin de semana.
Maria, me dejaste anonadado y mira que soy el mejor cuentista del mundo. Eres una maestra de frases y palabras bonitas, se nota que has leído muchísimo. El relato es sublime y me has demostrado tu enorme capacidad de escribir, no solo cortos pero también largos. Estoy impresionado y voy a ser un gran fan tuyo. Un fuerte abrazo a la diosa de las letras, Sotirios.
EliminarLa verdad es que no había recibido un halago tan grato, Sotirios.
EliminarMuchas gracias y recibe otro fuerte abrazo de mi parte.
El romanticismo aflora ante tantos apremios de la vida.
ResponderEliminarEs un canto triste y nostalgico del amor
Y tequedas pensando cuantas almas vagaran por el mundo en ese soledad esteril.
Gracias por tu visita y saberme escuchar
Recibe mi cariño y deseos de un buen fin de semana
Gracias a ti, amiga..
EliminarSiempre muchos cariños...
En las descripciones del entorno, comidas y vestuario,paisajes,etc. me aparecen imágenes de postales y cuentos antiguos, pero lo que más me gusta es lo que dejas entrever del sentir del personaje central,personas que morían con su secreto de amor escondido en el ramillete de espliego.
ResponderEliminarO sea que, en tan bucólico escenario, donde todo parece rebosar dulzura y alegría,hay una vida sufrida, atrapada en un en torno aparentemente feliz.
Tus escritos son dulces y bucólicos, pero en más de uno se esconde la cara menos bella de la vida.
Un abrazo.
Es cierto, Fanny., La vida es dulce y amarga..
EliminarGracias por tan bello comentario..
Un abrazo.
bueno,la vida está llena de lluvia,a diario caen sobre nosotros esas gotas de tristeza,de sonrisas,de amores ,de agravios y, como no,también de adioses,de sombras,de muerte,si esta no existiera ¿como sabríamos que estamos vivos?.María eres un hada manejando la varita de la nostalgia.
ResponderEliminarUn abrazo bien grande
Gracias mi querido amigo, y rú un gran poeta.
EliminarOtro abrazo bien grande para ti.
Hay en estos personajes y en sus mundos algo del que yo conocí hace muchos años. Los retratos sepia escondían un pasado que ignorábamos, pero que sin duda no era una imagen fija.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Hace algunos años dejé de verla en ese retrato, no sé que ha pasado con él. Te aseguro que la tia de mi madre encerraba algo más que un pasado en su retrato.
EliminarSaludos.
Una historia donde la luz del amor se queda cubierta por el gran despliegue del relato.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Gracias por la visita y por tu comentario, Fus.
EliminarUn abrazo.