También es cierto que me gustan otras cosas.
Por ejemplo ir a nadar a la playa. Las piscinas no me gustan. Ir al bosque a caminar. También me gustan los helados, me encantan, y la crema de cacahuete.
¿Por favor, me sirves otra copa?, le dije al camarero del bar de Rizo, que no era otro sino el propio Rizo, es curioso pero eso para mí es magnífico porque siento que estoy como en casa.
Y se me olvidaba me encanta Moon River.
El cartero me regaló por mi cumpleaños unos pendientes preciosos. Caen en cascada y brillan como las estrellas. Caprichos del cartero.
Desde entonces son los únicos que llevo cuando voy a Riz. Si, claro ahora mismo te sirvo otro whisky, ¿doble y seco verdad?.
Cómo me conoce. Claro como tú sabes que me encanta, de esos que cuando sorbes una o dos veces o tres, acarician la garganta con un ligero toque, como si fuesen unas uñas que se clavan ligeramente y, la verdad es que me gusta esa sensación.
Se dió la vuelta y en dos minutos ya estaba delante mío con la bebida en una pequeña bandejita y una servilleta. Gracias, le dije.
Me devolvió el agradecimiento sin hablar, sin gestos, sólo con una mirada como un cielo, con ángeles negros y blancos, en fin, esa noche me hubiera ido con él.
Cuando salimos, la reja bajaba despacito. La luna ardía de bella. Yo caminé, preferí caminar un rato. Me quité los tacones.
Sentí un placer intenso en los pies que acariciaban el asfalto. Lluvioso.
Dieron las cuatro de la madrugada y volví a mi piso.
¿gatito?, ¿estás ahí?
¿gatito?
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