Claro que, a veces me gustaba pasar por la bollería y cafetería, la que daba al parque, un parque atractivo y vintage, con su retreta correntina donde se daban conciertos bastantes interesantes; pero un día sin más quedó olvidado. Hoy está repleto de las hojas de este otoño maravilloso. Parece un colchón de plumas rojizas.
Pero siempre volvía a Rizo. Volveré. Vuelvo.
¿Bailas?, me dijo alguien. Estaba oscuro, pero le dije que si, aunque no veía bien su rostro. ¿no te importa que baile con el vaso en la mano?, dije.
No, claro que no, dijo.
Me sujetó muy fuerte como si supiera que deseaba eso, un buen estrujón, un acoplamiento como es debido. Yo busqué sus labios y lo besé.
Dejé la bebida en una mesita mientras bailábamos.
Aunque deseaba volver a tomar un sorbo y dejarlo en esa boca preciosa. ¿te duermes? le dije, y me contestó que no, que sólo estaba a mi lado, callado, disfrutando de mí y de la música. Eso suponía que también el roce constante de los cuerpos le producía la inquietud de deseo, que ya empezaba a ponerlo nervioso. Yo también, le dije. No soy de piedra.
¿Llueve? , dijo.
¿Donde? , ¿fuera?
No, no llueve fuera dijo. Llovemos los dos.
Claro que llovemos, llovemos mucho...
Qué finura de cierre, con esa humedad metafórica recíproca que solo puede generar un buen blues, y un "amarillito". Un abrazo fuerte. Carlos
ResponderEliminarGracias Carlos.
EliminarOtro abrazo de vuelta para ti también
Hay veces que llueve hasta poesía, como en este caso.
ResponderEliminarGracias Tracy.
EliminarBesos