En la iglesia sonaba el Réquiem de Mozart. A veces los funerales pueden ser preciosos.
Al mismo tiempo se alzó un remolino en el mar, un turbulento ovillo de agua girando alrededor de si; mientras el crepúsculo asomaba tímido por entre los tejados, en el parque, en cualquier esquina que propiciara eso: el reflejo de la oscuridad en los ladrillos.
El tejer de nubes grises iban in crescendo, pero, dentro, en la iglesia aún sonaba canto de ángeles ante un ataúd con rosas blancas y lirios, y jacintos. El rostro más sereno, y bonito, dormido, en la profunda tranquilidad que da el descanso. Ahora el ovillo de agua gira más rápido, es una fuente pendiendo del cielo, huele a mar, mar hermoso, mar amado.
Por esta época los vientos alisios juegan con las olas como los chicos en los patios de recreo.
Terminó el funeral. La noche desplegó totalmente su capa negra. Manso el mar.
La tienda de zapatos pasó a ser una frutería.
Qué movimiento y qué ritmo tiene Gladys. El final es un frenazo en seco, como la misma vida. Genial, me encantó.
ResponderEliminarMuaaaack
Me alegra que te guste!
EliminarMuakassss
Tempos estranhos estes, em que tudo se transforma tão rapidamente, com toda a naturalidade!
ResponderEliminarSerá esta a recente lógica de normalidade em que vivemos?
Gostei muito das tuas letras!
Saludos.
A.S.
Agradecida por tu visita.
EliminarSaludos.
Hola amiga bella, espero te encuentres muy bien.
ResponderEliminarTerminó el funeral y la tienda de zapatos pasó a ser una frutería. Creo que se tomaron muy a pecho lo de "la vida sigue..." Tus finales son únicos. Besos!
Gracias amiga por tu grata visita
ResponderEliminarBesos de vuelta para tí también!