Realmente sería curioso el conocer el arte de la pesca, se preguntó Adelaida. Pero no era el caso, fue un pensamiento provocado en la pintura que permanecía expuesta: óleo sobre lienzo, en la casa de tejas rojas del que era dueño el señor de los retratos al carboncillo. Todas la mañanas extendía una alfombra y allí dejaba los utensilios a la espera de que alguien quisiera verse reflejado en sus lienzos.
Un gesto de horror hizo que Adelaida girara la cabeza a un lado, cuando observó que la sangre de los atunes abarcaba medio lienzo. Desde luego ya no se interesaría jamás por la pesca del atún. Sin embargo era su profesión,( la del pintor).
Un lienzo sangrante del que nunca habría de gotear el rojo al suelo. Ni los atunes se moverían agonizantes, ni los pescadores con su violenta lucha recobraran vida. Un lienzo en un lienzo, una pintura que refleja lo que el artista quiera, su estilo, sus gustos. Es claro que son pinceladas aquí y allá, mezclando colores, pero como quiera que sea es un desafío dejar costumbres, acontecimientos, por muy desagradables que estos fuesen a la vista de los que pasen por delante.
De modo que optó por un retrato al carboncillo.
Me imaginé la cara de Adelaida y pensé que iba a salir corriendo jeje Genial tu relato Gladys (veo que ahora firmas con tu nombre) Es muy lindo volver a visitarte. Un abrazo grande para ti
ResponderEliminarGracias mi niña.
ResponderEliminarUn beso grande!
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