Hay un lago. En cualquier parte. Siempre habrá un lago. Hoy se escaparon algunos abrazos, alguna risa, y lágrimas. En ese lago cristalino en el que un grupo de personas anduvieron, alzando la mirada para poder reconocer a los demás, la mascarilla provocó esa dificultad. Al final se reconocieron perfectamente, algunos por los gestos habituales, otros por el color de los ojos, y el parpadeo.
Tía Nena estaba bastante delgada y desmejorada (los años), pero con el mismo espíritu de siempre, aunque ya cansada de visitas, trabajos, etapas. Me quiso abrazar y me dejé, parecía una niñita chica.
Luego vinieron los primos. los hijos de los primos. La proyección de imágenes iban y venían.
Pero no podía quitar ojo de tia Nena. La vi triste. Sentada en el sofá a la espera de que abrieran la salita, una sala fría y triste. Con sillones bonitos. Con una orquídea blanca en la mesita. Ella no vería eso, siquiera estaba allí, de algún modo su alma se escapó por unos instantes para recostarse junto a su amor, que ya dormía eternamente. Los minutos se hicieron días para ella. Entonces el silencio.
Un flujo de luz entró por el ventanuco y el lecho se volvió cálido. Lo besó en la frente. Se cogieron de la mano, como cuando iban al camino entre tarajales. Como cuando iban al cine a ver películas de esas romanticonas. Las acarició, Sonrieron juntos. Se quedaron solos. Se quedó sola.
"Anduve en ese mar
que llaman libertad
y sólo encontré la muerte"
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