viernes, 8 de mayo de 2020

La palabra exacta


 La  poda habría de realizarse el sábado a las diez en punto de la mañana el atrezzo  esperaba justo en la entrada del zaguán, pertrechado por Bromelias y un Tronco de Brasil con un foco de luz enmarcado en la parte alta de la puerta: los rosales y una parra de unos cincuenta años fortalecida por si misma al querer tener el descaro de sobrevivir ocupaban un espacio generoso. Un huerto heredado merecido de ser cultivado porque los retratos sepias apoyados en la encimera no solo eran simples retratos, eran rostros que en cierto modo no habían fenecido por el modo en que miraban y según la perspectiva de si una entraba por el lado derecho o izquierdo de la habitación convertida en sala con dos sillones de rayas gruesas grises con fondo amarillo: dos sillones orejeros. Una mesa redonda con Venus recostada a lo largo de la madera como si después de una orgía hubiera  elegido tal sitio para dormir y dormir durante una semana. Dicen que la habían comprado en un mercadillo en uno de los viajes a Atenas. Era expectante verla. 

Un adjetivo anduvo toda la noche dando vueltas en la cabeza de Eleonora enfurruñada por el disloque al salir de camino a alguna sucursal bancaria porque le apeteció comprar aquellas medias de seda fría y un vestido para después de que el jardín resplandeciera como aquella luna enorme, invitara a unos conocidos muy afectuosos a una cena íntima,( habrían unos seis en total). Como la noche de ese día no respiraría ni una hoja, y como  al descorchar la botella de tinto tampoco resonaría, y la carne asada con zumo de naranja almibarado en su propio jugo tampoco diría nada, siguió la palabra dando vueltas dentro de los sesos por calificar el rotundo y aplastante éxito que supondría. 



"La vida es circunstancial

y empeora con los años"




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