En realidad había sentido lástima por aquel pajarillo un ser diminuto. Había muerto al calor de la mano que intentaba siguiera viviendo, pero es curioso, pensó. La fina y delgada línea entre la vida y la muerte no era simplemente un dicho.
Lo había recogido en el jardín probablemente era su primer vuelo, la escapada del nido para ver mundo. Las circunstancias le llevaron a la muerte a falta de un precioso plumaje. Eso pensó mientras tomaba un té. Y pensó en ello cuando la similitud del cuerpecito y la bolsa de té sorprendieron.
La primavera adornó el jardín. Tenía que quitar las hierbas que se desplomaban al soplar la brisa del viento aliseo, hacer un pequeño ramo de margaritas y dejarlas en la mesita, sería un adorno maravilloso, pero en realidad las flores también habían muerto, la hoz hizo que dejara de fluir la savia, durarían unos días, sin vida en un jarrón precioso.
De modo que, las tardes a veces no son del todo placenteras si una se da cuenta de cosas cotidianas,pensó.
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