La hubiera tomado de la mano otra vez, ella, con uno de sus bolsillos repletos de anís dulce; si no hubiera desaparecido el camino, si aún la larga tajea y las huertas a ambos lados existieran. Los ramos de culandrillo; las espigas de trigo; la charca, todo se sumergió bajo tierra con una gran palada.
Gracias por tus letras y por dejar entre ellas una que me recordó tiempos no lejanos en que la descubrí en unos pergaminos del siglo XIX y tuve que ir al diccionario a buscar el significado: "·tajea"
ResponderEliminarUn abrazo y feliz domingo.
Gracias a ti por pasar y comentar, Rafael.
EliminarAbrazos y feliz domingo igualmente.
Con cariño te deseo buenisimos momentos en el fin de semana!!!!
ResponderEliminarIgualmente a ti, con todo mi cariño...
EliminarY ahora sólo queda el recuerdo...
ResponderEliminarSi...
EliminarDulce de anís... Me encanta esta entrada, como todo lo que escribes. Gracias por compartir tus letras. Un beso
ResponderEliminarGracias Eva, eres muy amable.
EliminarUn beso.
¡Cuántas cosas quedan sepultadas con un solo gesto!...Es un escrito evocador de gente y paisajes queridos.
ResponderEliminarOye, ¿qué es el "culandrillo"?. Yo conozco un helecho llamado "culantrillo", de frondas muy delicadas que se cría en bordes de lagos,manantiales y sitios donde hay mucha agua. No sé si te referirás al mismo.
Un abrazo.
Pues aquí en Canarias decimos culandrillo a esos h elechitos verdes que rodean un bernegal.
ResponderEliminarGracias siempre Fanny
Abrazos.
Hace tiempo volví sobre mis pasos...ya la estancia no estaba...era una pedestre fábrica de tornillos. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarEs lo que hay, Carlos
EliminarAbrazos.