Nora y Julia contemplaban el mar de nubes que parecían sostener el Boeing
747. Hacía rato que ya no se atisbaba la tierra, ni el mar, algunos pasajeros
dormían, otros leían algo en la prensa; las dos mujeres compartían todas las sensaciones que iban
surgiendo a medida que pasaban las horas. El cielo comenzó a pintarse de un
ocre luminoso y las montañas de algodón se tornaban de un color grisáceo y un halo se
desprendía de la cola del avión y dejaba un largo camino en el cielo, igual que
una vereda con miles de pisadas. Dos días antes
habían decidido tomar la decisión de compartir el resto de sus días.
Permanecieron cogidas de la mano durante casi todo el vuelo; rompieron silencio
para hablar de los hijos de una, y, otra. Nando ya tenía casi diecisiete años y
Nora cumpliría la próxima semana, doce. Durante la cena comentaron lo buena que
estaba la carne ahumada y la ensalada; más tarde, trataron de conciliar el
sueño, no sin derramar la misma cantidad de lágrimas.
Esas lágrimas generan una expectativa sobre el relato, que cada lector debe resolver, a favor de la vida o la muerte. Qué gusto, leerte. Carlos
ResponderEliminarGracias otra vez, Carlos y me alegra que te haya gustado
EliminarAbrazos...
Es un pequeño relato con muchas aristas para poder sacar punta del mismo. Felicidades por este trabajo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Rafael, eres muy amable.
EliminarUn abrazo
Que les vaya muy bien.
ResponderEliminarBesos.
Seguramente, Toro
EliminarBesos
dificil volar dejando maletas en tierra
ResponderEliminarDifícil, si.
EliminarAbrazo.
Hola...Hermoso blog, sencillo e interesante, te espero en el mío, y si gustas nos seguimos, besos
ResponderEliminarFeliz día
Gracias , yo encantada
EliminarUn beso.
¡Qué bonito!
ResponderEliminarGracias, Tracy...
EliminarMe quedé intrigada por ese final. Lo consultaré con la almohada.
ResponderEliminarBesos.
Besos para ti también,...
EliminarQue lloren, que lloren... Así no les quedarán lágrimas para el viaje de vuelta en el Boeing del desamor.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Abrazos siempre, Amando...
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