domingo, 8 de diciembre de 2013

Ese era el olor típico

La habitación olía a puros, o quizás toda la casa también. Ese era el olor típico, además de la comida, de todos los domingos. La ropa había que dejarla en agua clara por largas horas, porque el intenso olor se incrustaba entre los hilos y permanecía ahí. Siempre había un mazo de puros en la consola de la entrada por estrenar, y siempre se renovaban y Rosendo después de la comida en su sillón con apoyabrazos de fieltro negro parecía una chimenea dejando escapar el humo y se colaba por debajo de las puertas y las ventanas que daban al patio. Nanota rabiaba cada vez que tenía que limpiar y recoger todos los trozos de capas que dejaba en el quicio del ventanal; debía ser una costumbre arraigada porque no había otro lugar o no le gustaba otro lugar donde dejar los trozos de capas de los diez puros al día.

19 comentarios:

  1. Escena habitual muy bien descrita.
    Un abrazo.

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  2. ¿Para cuando un libro,María?
    feliz domingo,abrazos

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    Respuestas
    1. Gracias Ramón por tu bello halago...
      Feliz domingo también y un abrazo enorme

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  3. Rosendo podría haberse ido a fumar a la calle... que pesado.

    Besos.

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  4. No soporto el olor a puro, sin embargo el olor a tabaco de pipa me encanta.

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  5. Excesivamente apurado el Rosendo. Durante muchos años me fumaba un Montecristo del nº 1, después de comer. Pasivamente, porque yo nunca he fumado.

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  6. Y con el tiempo los aromas que identificamos con personas queridas,perduran en nuestra memoria.....

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  7. Qué bien escrito y descrito esta esto María. Un abrazo.

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  8. No sé si es el olor del relato o algún vecino está fumando, pero en estos momentos percibo ese aroma. Seguro que los pulmones de Rosendo le cobraron la cuota de “diez puros al día”. Buen relato de sensaciones y olores.

    Saludos.

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  9. Me ensalma esa imagen olfativo. El olor fuerte del puro, como la aquella mujer, que después de hacer el amor, me dejaba su feromona. UN abrazo. Carlos

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  10. Gracias por tu comentario, Carlos.
    Un abrazo.

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  11. Un relato con olor a habano...
    Rosendo disfrutó de ese placer ; los Rosendos de hoy día lo tienen peor.
    Como siempre,instantes cotidianos convertidos en poema.
    Un abrazo.

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