La habitación olía a puros, o quizás toda la casa también. Ese era el olor típico, además de la comida, de todos los domingos. La ropa había que dejarla en agua clara por largas horas, porque el intenso olor se incrustaba entre los hilos y permanecía ahí. Siempre había un mazo de puros en la consola de la entrada por estrenar, y siempre se renovaban y Rosendo después de la comida en su sillón con apoyabrazos de fieltro negro parecía una chimenea dejando escapar el humo y se colaba por debajo de las puertas y las ventanas que daban al patio. Nanota rabiaba cada vez que tenía que limpiar y recoger todos los trozos de capas que dejaba en el quicio del ventanal; debía ser una costumbre arraigada porque no había otro lugar o no le gustaba otro lugar donde dejar los trozos de capas de los diez puros al día.
Escena habitual muy bien descrita.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Para cuando un libro,María?
ResponderEliminarfeliz domingo,abrazos
Gracias Ramón por tu bello halago...
EliminarFeliz domingo también y un abrazo enorme
Rosendo podría haberse ido a fumar a la calle... que pesado.
ResponderEliminarBesos.
Gracias Toro...
EliminarBesos de domingo.
No soporto el olor a puro, sin embargo el olor a tabaco de pipa me encanta.
ResponderEliminarGracias Tracy por tu visita,
EliminarUn besito
Excesivamente apurado el Rosendo. Durante muchos años me fumaba un Montecristo del nº 1, después de comer. Pasivamente, porque yo nunca he fumado.
ResponderEliminarSuele pasar, lo del fumador pasivo...
EliminarUn abrazos
Y con el tiempo los aromas que identificamos con personas queridas,perduran en nuestra memoria.....
ResponderEliminarAsí es ,Lao...
EliminarQué bien escrito y descrito esta esto María. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Amapola Azzul
EliminarUn abrazo.
No sé si es el olor del relato o algún vecino está fumando, pero en estos momentos percibo ese aroma. Seguro que los pulmones de Rosendo le cobraron la cuota de “diez puros al día”. Buen relato de sensaciones y olores.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias Beto...
EliminarUn beso.
Me ensalma esa imagen olfativo. El olor fuerte del puro, como la aquella mujer, que después de hacer el amor, me dejaba su feromona. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Carlos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un relato con olor a habano...
ResponderEliminarRosendo disfrutó de ese placer ; los Rosendos de hoy día lo tienen peor.
Como siempre,instantes cotidianos convertidos en poema.
Un abrazo.
Muchas gracias Fanny...
EliminarUn abrazo