domingo, 1 de diciembre de 2013
Adviento y vigilia
Aquella mañana, la ropa blanca ondeaba al viento, aprovechando que el sol iluminaba hasta las puntas de las sábanas, llenó todas las cuerdas de una pieza entera y, otra, y otra. El griterío de los chicos en la cocina hizo que dejara el cesto de mimbre en la pileta y se había secado las manos en un mandil viejo. La leche humeaba y las galletas, que habían quedado demasiado tostadas llenaban las bocas de los niños. No habían pasado más que unos pocos años después de la gran contienda y aún escaseaba comida y la ropa era cosida una y otra vez por las mismas manos, que luego, secaba al aire, siempre esperando el amarillo ocre que aparecía por el horizonte. Unas cuadras más arriba la familia Ortiz se llenaba la boca con alfajores y mazapanes recién horneados por la Clarisas. Los jueves tocaba plancha. Buenos días señora, dijo la madre de los niños. Buenos días replicó la señora Ortiz. Hay una montaña más alta que un carrusel, de camisas blancas, de vestidos
y de calzones de mis pequeños esperando en la habitación de planchado, le dijo. Desde lejos podía oír a su descendencia jugueteando con los dos puercos que habían crecido durante el año, y alimentados con despojos y cáscaras de la piel de alguna naranja; a través de los cristales, mientras secaba la frente de sudor y espaciaba el agua sobre aquella ropa tan cara, observaba a los seis niños y una discreta sonrisa se escapaba de entre sus labios agrietados.
Con éste relato participo en el blog literario: Ésta noche te cuento. Mes de diciembre
http://estanochetecuento.blogspot.com.es/
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Ballade pour Sophie
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Hogar, vida y niños......¿que mas?
ResponderEliminarLa navidad?
ResponderEliminarsaludos amigo ,
¡Qué bonito y descriptivo!
ResponderEliminarEs un placer leerte.
Gracias Tracy!
EliminarBesos.
Bonita visión de un pasado, no lejano, que rescatas con tus letras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Rafael...
EliminarUn abrazo
No está tan lejano ese tiempo.
EliminarEs verdad, Toro...
EliminarUn beso
Esa imagen del viento ondeando me encanta.
ResponderEliminarFecicitaciones por tu relato. Un beso.
Gracias Amapola Azzul
EliminarOtro beso.
Debes de ser muy observadora para tan minuciosas descripciones de una realidad que existió y existe en alguna parte.Y, entre líneas,dos vidas bien diferentes: la de los alfajores y mazapanes y la de los labios agrietados que devuelve la blancura a la ropa.
ResponderEliminarUn delicado relato, como todo lo que escribes.
Un abrazo.
Muchas gracias Fanny, eres muy amable...
EliminarUn fuerte abrazo
La vida de los hijos no necesita planchado, aunque se arrugue de pobreza.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Qué bella frase, Amando.
EliminarAbrazos, siempre
Entrañable,en tus letras veo a mi madre,joven,sacrificada,llena de amor,salgo de ellas y la veo viejita sin apenas poder moverse y no se si es la nostalgia que remueve los recuerdos o la tristeza de saberla así,pero siento que el corazón se me encoge.
ResponderEliminarPrecioso tu relato,María,un abrazo
Mi querido Ramón tus palabras son enternecedoras...
EliminarGracias y un fuerte abrazo.
Cuantas veces habremos oído relatar, de críos, algo parecido a nuestros abuelos cuando nos contaban historias de la postguerra.
ResponderEliminarNosotros, gracias a Dios, no lo hemos vivido, pero tal y como van las cosas, tal vez se convierta en una realidad actual.
Me parece buenísimo.
Besos.
Me alegro mucho que te haya gustado, Belén...
EliminarUn beso de vuelta
Hola María Estévez, buenas tardes,
ResponderEliminarun bonito relato...
debo reconocer que al principio me dio un poquito de hambre pero se me quitó cuando leí lo que hizo la señora,
si así plancha no me quiero imaginar que haría si pasase por la fuente de las galletas =)
Te deseo una hermosa semana
un beso y un abrazo
Feliz participación!
Hermosa semana para ti también Ariel, y otro beso y otro abrazo para ti, amigo.
EliminarGracias!
Gracias por tu visita María.
ResponderEliminarMe gustó mucho el relato, emana ternura y naturalidad.
Todo lo mejor, en tu participación.
Besos.
Gracias a ti,Adriana
EliminarBesos,
Bello relato.Salpicado de sentimiento. La felicidad de trabajar para sus niños. UN abrazo. Carlos
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