Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

miércoles, 9 de febrero de 2022

Una mesita, una escultura.

 

A veces una se queda observando una mesita y encima una escultura. Es curioso porque además de no ser de mucho gusto, siquiera tiene alguna forma definida.

Pero en ese momento suenan teléfonos, y recorren el pasillo varias personas. Cada cual a sus cosas. Intento descifrar el “enigma” que me produce verla. En realidad he estado toda la mañana intentándolo. Podría ser una señora que sostiene un cesto sobre la cabeza; también podría ser que llevase una bandera en representación de algo: el día de la revolución, o también un francon feminista.

Es claro que por mucho que me empeño en saber qué pueda ser no puedo con una mínima certeza siquiera adivinar.

Y es que un escultor cuando tiene la piedra delante seguramente ya sabe qué será.

Como un cocinero con los condimentos. Se afana orgulloso del plato que quiere preparar.


¿Te quedas?-


No, ya salgo-


Y si me pronuncio

y te digo

que

se me antoja

se

me

antoja”


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