lunes, 4 de octubre de 2021

La ingravidez bella.



La vi cruzando la calle. Llevaba una gabardina de lunares, y capucha. Se me antojo que quizás venía del pasado.

No logré ver bien su rostro. Una mujer menuda, delgada, bajita.

Como si de un espectro se tratara al cruzar parecía que lo hacía en una ingravidez bella para mi gusto. 

No pude apartar la mirada, la seguí hasta que se perdió, sin más. Como si no hubiera estado por allí.

Una vez llegué a mi destino quedé por largo rato sentada en mi porche observando el horizonte, pero con la inquietud de lo que había experimentado. 


No me equivoqué. Era de otro tiempo. Trescientos años atrás.


A veces suceden cosas que para nosotros no tienen explicación, pero si que tienen, y mucho.

Si hubiese ocurrido lo contrario también alguien hubiera pesando lo mismo.

Y es que somos frágiles, etéreos, somos aves migratorias.

Es cuestión de saber y entender que nada es para siempre y que somos o no somos. Que andamos dando vueltas al tiempo, una, y otra vez.


 

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