Deberías comprar un vestido nuevo y unos zapatos. Si, eso fue lo que Norma dijo.
Las mariposas revoloteaban en el jardín. Las mariposas auroras eran hermosas, tanto, que Daniela no podía apartar la mirada mientras desayunaba.
Si, lo haré, contestó la muchacha.
De modo que durante un buen rato se quedó en silencio. Ni una palabra, ni un bostezo. Y aún cuando una de ellas se posó en su mano, se le iluminó el rostro al verla. Caminó lentamente y entró en la casa. No quería que aquel ser se fuera.
Cogió un alfiler y traspasó el pequeño cuerpecito.
Luego pasaría a ser una más de la gran colección: miles de mariposas de todas clases, sin vida condenas para siempre en la pared de corcho.
Si, tienes razón voy de compras.
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