Se puede tener en el ropero tres o cuatro vestidos que ronden cada uno de ellos unos doce mil euros, e incluso llegar a amarlos; pero por mucho que brillen ante los ojos de una y de los demás, nada tendrá más valor que una repisa con visillo en una de aquellas casitas de la avenida, y detrás de ella el chocolate vienés celosamente guardado para las meriendas...,
Tienes toda la razón.
ResponderEliminarUn abrazo.
Abrazos de vuelta para ti, Rafael.
EliminarNada como lo sencillo,lo cotidiano,lo entrañable
ResponderEliminarun abrazo
¿Verdad que si, Ramón?
EliminarAbrazos,
Eso es porque entonces era feliz.
ResponderEliminarBesos.
Seguro que si.
EliminarBesos.
Las cosas más sencillas, posiblemente, son las que dan más felicidad. Un beso
ResponderEliminarDefinitivamente, si.
EliminarBesos para ti, Eva.
Eso, y después restregar con deleite las manos churretosas por los vestidos de doce mil euros.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Me encanta tu comentario, Amando.
EliminarAbrazos, siempre.
Tengo pasión por el chocolate, y me hace recordar algo comprobado científicamente:Las personas que lo frecuentamos -como yo- somos más propensas a enamorarnos. Y por lo pronto, estoy amartelado con tu texto septembrino. ¡Que disfrutes del Sol del Membrillo de estos días! Abracillos.
ResponderEliminarUn secreto: A mi también me gusta el chocolate y mucho...
ResponderEliminarGracias por tu bello comentario, gracias de veras.
Abracillos para ti también.
Los vestidos no hacen segregar tantas endorfinas! Delicioso. Besos.
ResponderEliminarEs cierto, Ana
EliminarBesos para ti.