Seguramente no se habría fijado en la
cantidad de personas que caminaban a un lado y al otro; de personas aguandardo
en la cola para embarcar; de los kioscos atestados de revistas, cigarros, y
toda clase de abalorios...,
Y es que desembarcar habría sido algo
extraordinario. Debió salir con una euforia atípica, una exaltación que sólo él
habría sentido. Magníficamente vestido a lo Livingstone: Botas, pantalón bombacho, y una gorra de
ancha visera, sin duda alguna así habría salido por la puerta de desembarque.
Cada cual con sus maletas, sus bolsas; cada cual en ésta cola o en ésta otra.
Unos hacia América, otros a Europa....,
Había que verlo traspasar el largo
pasillo; altivo, con algo de coquetería femenina. Una sonrisa expectante de
brotar como una carcajada, si, eso pude ver en su rostro; con la mochila a cuestas,
serpenteando, esgrimiendo el paraguas igual que una espada; estirando el cuello
orgulloso se alejaba entre la muchedumbre; evidentemente, nada habría de
escuchar, nada habría de ver; ya podía estar atestada igual que un mercado de
abastos la terminal. Ya
podrían retumbar las miles de voces dentro, a Livingstone le superaba la
sensación de libertad que se había traído de aquellas tierras.
Bonita llegada de ese largo viaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que si.
EliminarAbrazos, Rafael
Eso si que era aventura.
ResponderEliminarNo lo de ahora.
Besos.
Si, toro, si.
EliminarBesos.
Maravilloso viajar,pero no lo es menos imaginar,a veces a donde no llegan nuestros pies,nos llevan nuestros sueños.
ResponderEliminarabracitos María
Abracitos de vuelta para ti también querido amigo...
Eliminar¿Y quién habría de quitársela sino él mismo?
ResponderEliminarCualquier paraguas nace sabiendo que, en algún momento de si vida útil, será transfigurado en espada.
Saludos
J.
Muchas gracias por venir y comentar, José A.
EliminarSaludos.