Debió
pensar que era una inmensa bola de fuego la que había acabado con todas sus
esperanzas e ilusiones. Eso era lo que habría pensado, porque no hubo de poner
resistencia alguna, cuando en algún momento en su pensamiento surgiría la idea
de retroceder, de huir a cualquier parte, todo con tal de no sucumbir, de
quedarse ahí junto al acantilado. Seguramente habrían quedado volutas de humo
por todos los rincones de la casa, incluso los geranios llevaban una capa gris
en cada una de sus cabezas, si; los
sollozos de ella por mucho que éstos hubieran provocado un río de lágrimas, no
limpiarían el parterre ahora fenecido…,
La
crueldad del fuego acaparó todo; los lienzos en la pared desaparecieron y con
ellos, toda la historia de aquellos tiempos atrás. De modo que el piano de cola
desapareció bajo las cenizas y los rescoldos que hubieren quedado pareciesen
gritos desgarradores de una cruenta batalla. Ella debió sentir ese torrente de
ardiente lava, debió pensar que la atrocidad de esa bola de fuego había
sepultado la casa de Sináu. De modo que ese pensamiento sólo era real en su
cabeza, pero no opuso resistencia alguna. Mientras, la casa cubierta de
culandrillo en la fachada y llena de hermosos geranios, era aún más bella si
cabe.
Una pesadilla, sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias siempre, Rafael.
EliminarAbrazos
Sería un fuego purificador.
ResponderEliminarBesos.
Gracias por tus visitas, Toro.
EliminarBesos.
Muy hermosa está la tuya. Un beso.
ResponderEliminarOtro beso, Azzul.
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