Las hueveras de alpaca relucían en la mesa y el café humeaba igual que
una chimenea, pero eso no era lo que en realidad llamaba la atención a Prudens,
no, ciertamente no eran esas relucientes hueveras sobre la mesa con mantel
bordado…, El vestido de rosas rojas y mangas bombachas estaba listo; ella lo
habría recogido a primera hora del día, realmente eso era lo que la hacía
feliz, lo que la exaltaba, de modo que allí estaba pendiendo de una percha en su
habitación. Cada cual lo habría visto y alguien habría dicho que era un vestido superfluo,
anodino. El dolor que sintió Prudens cuando oyó eso fue el mismo dolor aquel que Helena le produjo, cuando le perforó
el lóbulo de las orejas, si, realmente fue ese pinchazo el que la habría hecho
derramar lágrimas en silencio…,
Hubiera
preferido recibir mil azotes; hubiera preferido asistir a las tediosas clases
de costura los miércoles y los viernes, pero no fue así; realmente el suelo se
hundió bajos sus pies mientras retumbaba en las paredes de la sala el desprecio
absoluto y la negación de lo que para ella era evidente; por lo tanto la tarde
habría caído y la noche habría llegado y Prudens habría derramado otra vez
aquellas lágrimas en silencio
Bonito relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias amigo...
ResponderEliminarBesos.
Prudens no debería hacer caso a la lengua de las víboras.
ResponderEliminarBesos.
Siempre es un placer tenerte en mi blog
EliminarBesos.
El vestido de letras de tu blog hoy es precioso, enhorabuena.
ResponderEliminarUn beso, María.
Gracias, Azzul
EliminarBesos.