Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Libre albedrío







Verlo venir, rimbombante, calle abajo, sin perder la prestancia que le caracteriza, verlo venir de ese modo no haría que fuese desapercibido ante los demás. Sería igual que un río desbordado, un piélago caudaloso repleto de toda clase de criaturas. De modo que él pensó que esa mañana era maravillosa y sonrió por ello.
Realmente ese cardumen de peces dentro agitaba su corazón de un modo irrefrenable; un  ejercito de hermosos caballos trotando pareciera bajando la calle, oteando; con la misma sonrisa de un niño, con esa sonrisa que se le ponen a los niños cuando se les da una pirueta. Luego: feliz, feliz, feliz…,
Entraría en la sombrerería y señalaría con un solo dedo: Un jipijapa en su cabeza…,
Entraría en aquella heladería: Una copa cremosa de arándanos y nata…,
Qué hermoso sería surcar un cielo en verano; divisar gaviotas, divisar prados y pequeñas casas con terrados, se dijo. Verlo venir, rimbombante, calle abajo, feliz, feliz, feliz…,


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