¡Más alto, más alto! decía aquel
señor. ¡Espalda erguida! , decía la señora aquella toda vestida de negro;
enjuta, blandiendo al aire el bastón igual que una espada.
Por entre los cristales unos
gatos lamiendo sus patas. Arrecia la lluvia, de tal modo, que los chuzos caen
como dardos envenenados y los rosales mueren al instante, ahogados, ahora sus
caritas rosas castigadas, porque, el viento, azota, azota, azota…, La milicia
cruza la calle a pié marcando el paso, uno, dos, uno, dos. Un millón de pasos
chapoteando, y las ranas croan, croan y no paran de croar. Una fila de gallinas
decapitadas y junto a ellas las ristras de ajos se agitan al soplar la brisa.
Danza, danza ella y los tobillos sangran,
sangran. ¡Más alto, más alto! ¡Espalda erguida!...,
Viejos tiempos que se recuerdan en estas fechas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Otro abrazo para ti, Rafael...
EliminarQué imagen!!!
ResponderEliminarEsas gallinas decapitadas son inolvidables.
Que llueva, que llueva.
Besos.
Me gusta que te guste...
EliminarBesos.
¿Una profesora de ballet como una sargenta implacable? Hijoputez sincrónica... Me gusta si es que he llegado al quid de la cuestión. Un beso, María, y felices fiestas.
ResponderEliminarOtro beso y felices fiestas para ti también, Ana
EliminarMirada al frente, paso firme y a no detenerse jamás, ni siquiera para morir...
ResponderEliminarSuerte
J.
Gracias y saludos cordiales ...
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