jueves, 18 de diciembre de 2014

De soledades

En algún otro momento hubo pensado en aquel señor de la esquina que vivía en un tabuco y que había muerto un domingo al amanecer; pudo haber sido un marinero en la pesca de bajura, un profesor, o un escultor, como quiera que sea se fue, igual que nos vamos todos algún día, se dijo. Le  había visto pasar delante del jardín, pareciera que cojeaba de un pié, con una gorra gris de visera ocultando su rostro. Le hubiera gustado preguntarle: ¿Qué tal el día hoy, cómo se encuentra, necesita algo?, esas preguntas se quedaron en su pensamiento y aquel señor nunca giró la cabeza para contestar; nunca se detuvo para hablar. Al fin y al cabo sólo era un mendigo, un hombre solo. Cuan poco humildes somos, qué fácil es callar las palabras que no salen de las bocas, que se quedan dentro perforando cada día un poco más las víscera...,

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