miércoles, 15 de octubre de 2014

Los sueños que habitaba la niña


Una niña vivía atrapada en los sueños de las personas. Cada noche vivía un sueño diferente al del día anterior; por lo tanto cada sueño era todo un mundo por descubrir. De modo que, a veces, tenía que decidir en el sueño en que viviría esa noche. Los sueños de Rita, la señora de la pescadería, eran sueños de color verde mar y eran sueños con algas, que a veces se enmarañaban en el interior de su cabeza y eso le producía algún dolor. Los sueños del niño de los señores del tercero derecha eran los que más le gustaban a la niña, porque siempre, siempre, terminaban los dos riendo y jugando en el prado lleno de margaritas y ciervos, y eran de color azul intenso, !que maravilla!. Los sueños de aquel señor con bigote y barba que casi todos los días intentaba salir a la calle para gritar alto que estaba harto de muchas cosas, y que algunos de esos días preferiría que se lo tragara la tierra, esos sueños no eran sueños, eran pesadillas. Pero el señor, a escondidas de los vecinos, y a escondidas de algunos de sus conocidos, rociaba la calle con la mejor de sus sonrisas y a menudo, reía a carcajadas, muy fuerte, para que lo oyeran hasta los dioses del Olimpo. Entonces esa noche las pesadillas desaparecían y jugaba a ser niño otra vez...,

12 comentarios:

  1. Qué bonito Aniagua! Yo tengo la suerte de tener bueños sueños pero muy movidos. Mi cabeza no para ni durmiendo ;)
    Besitossss

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  2. Bonitos sueños, sin duda.
    Un abrazo.

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  3. Que no venga a mis sueños.
    Son terroríficos.

    Besos.

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  4. Siempre se tenía que soñar bonito. Preciosa entrada. Un beso

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  5. Está bien que desaparezcan las pesadillas alguna vez, es un sueño muy bonito.
    Besos.

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  6. ¿sabes? yo siempre he pensado que soñar es vivir,tomamos la noche y los sueños como tiempo perdido,pero a veces nos despertamos ,sin saber porqué, con una sonrisa,seguro que es debida a algún sueño agradable.
    un abracito María,que últimamente te tengo muy abandonada.

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  7. Mi querido amigo:

    No digas eso, yo, siempre estaré muy agradecida de conocerte y de lo que tú me has ofrecido.

    Un fuerte beso, Ramón

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