Naturalmente
que parecen un ramillete de corales, dijo Prudens. Un bello ramo de coral rosa,
asintió. Matilde había advertido lo mucho que despreciaba los pompones, sean
como fueren, o el color que se hubiere elegido, en éste caso eran de un sutil y
suave rosado…,
Por
cualquier motivo y el más señalado, los pompones eran flores de cementerio, el
rechazo fue absoluto por parte de Matilde, pero Prudens insistía en que eran un
ramo de corales con sus destellos tornasolados. De buena mañana habría entrado
en la casa y en sus brazos aquella magnificencia de la naturaleza; el sol se
adentraba por la cristalera y el esplendor de sus rayos sobre las flores, las
hacían parecer un ramo de corales en una pecera, eso sería, una pecera de
cristal llena de pompones. Prudens pensaba en todo eso y sonreía, mientras,
Matilde, renegaba una y otra vez.
-Es
como salir a pasear y cayera incesante un chaparrón de agua sucia sobre
nuestras cabezas-, dijo Matilde rehuyendo su vista de los corales en la pecera.
Era
igual que una maldición tener que admitir aquel espectacular jubón sin mangas,
tan bello como un amanecer, tan espléndido como admirar aquella isla pendiendo
del cielo en una tarde cálida de verano, pero aún así no consentía, no podía
dejarse arrastrar por tentadora belleza, ahí, expuesta, en la pecera…,
De
modo que Prudens volvió a sonreír, ésta vez por la no aprobación de su prima,
porque en el fondo sabría de sobra que le gustaba tanto como a ella contemplar
semejante y maravilloso jubón bordado y con pespuntes de hilo de oro, si,
realmente eso parecía, un jubón expuesto para admirarlo, sea quien fuere que
entrase en la casa a esas horas de la tarde.
Se
mostró solícita la prima Matilde cuando Prudens le ofreció una bandeja de
dulces y un café de India. –Después de todo no era tan trágico compartir la
merienda ante un ramo de Pompones- se dijo. Contradictoriamente a lo que
momentos antes había sido para ella igual que ese sucio chaparrón de agua,
ahora más benevolente se mostraba mas relajada. – ¡Ah los prejuicios!- dijo
Prudens - ¿Acaso querida prima el sol dejará de adentrarse en la casa, si en la
sala se haya este hermoso regalo de la naturaleza?...,
Me gustaría verlas, ninguna flor es fea. un abrazo¡
ResponderEliminarGracias por pasar, Azzul
EliminarAbrazos,,
Bonito relato el que nos dejas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias siempre a ti, Rafael
EliminarAbrazos
He visto el piano que no mencionas.
ResponderEliminarEntonces ya me conoces.
EliminarUn beso.
Precioso relato, como todo lo que escribes. Un beso
ResponderEliminarGracias Eva, eres un encanto.
EliminarUn beso.
-¡Ah, los prejuicios!_
ResponderEliminarCuántas veces nos hacen perder oportunidades de gozar de tanto...
Un gusto leerte :)
Saludos
Muy amable, Verónica.
ResponderEliminarSaludos
Precioso relato, María, como todo lo que escribes. Un fuerte abrazo, Sotirios. (Un relato mío el griego y el españolito ha sido seleccionado para publicar en un libro que se llama Antología de Narrativa “Aventuras” está en mi blog)
ResponderEliminarPasaré por tu blog, no te quepa duda.
EliminarAbrazos y muchas gracias.