miércoles, 27 de noviembre de 2013

Perfume de culantrillo

Las perlas traslúcidas caen en silencio  una detrás de la otra al vacío, y retumban dentro de la talla; entonces un lago cristalino surge anegando el interior. Las hojas verdes que miman la destiladera son caricias de miles de deditos, y la arropan. Clic, clic, se enciende una lumbre en la cocina y huele a potaje que humea liberando efluvios por la chimenea. Justo en ese momento se alza la luz que entra por el ventanal dejando un rastro de amarillo cadmio; pasos y más pasos dejan huellas en los mosaicos de colores, el portalón verde cruje al amanecer y vuelve a crujir al anochecer, cuando la lumbre se apaga y todos los platos y calderos duermen suspendidos en la pared de losa. Todas las estrellas alfombran todos los techos y los pasos se detienen mientras dura el oscuro silencio. Dos lunas aparecen, una sonríe la otra, llora...

12 comentarios:

  1. Hermosa metáfora, María, aunque me gustaría que la otra luna también sonriese.
    Como siempre, tu forma de escribir es una suve caricia para los sentidos.
    Un abrazo

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  2. No es raro que aparezcan dos lunas y una sonría y otra llore.
    Un abrazo.

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  3. Es precioso, Un abrazo.
    Haces brillar todas mis estrellas cada vez que vengo a llerte.
    Besos.

    Gracias. Preciosas letras llenas de un profundo sentir, enhorabuena.

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    1. Me alegra que tus estrellas brillen cuando me visitas, Amapola
      Gracias y besos

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  4. Hola, María.

    Prosa poética y tan dulce que enamoras... ¡Qué bonito texto, hijademicorazón!

    Un beso muy grande, artista.

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    1. Gracias Towanda! Qué generosa eres...
      Otro beso muy grande escritora!

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  5. Me sugiere una casa rural de esas de antaño donde en la tarde-noche reina la calma; demasiada calma, tal vez.
    Tu escritura es suave; agradable de leer.

    Un abrazo.

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