Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

jueves, 23 de mayo de 2013

Queriéndome



Hace un millón de años que estoy aquí, queriéndome esconder detrás de todos los lugares que no tengan esos bloques de cemento gris. Quiero huir a otro mundo que conserve el aroma de un pastel de carne, o de un bizcocho de limón.
Como cuando observaba un enorme sol regando la huerta de luces, mientras el arrullo del columpio se  alzaba más y más alto y podía ver desde arriba lo diminuto que se hacía el trillique.
Enormes varas erguidas convertían el jardín de un verde oliva que se llenaba de historias, de batallas de guerra, con pasadizos que llevaban al patio donde una limonada aparecía a las cinco de la tarde, en verano.
Sin embargo, hoy me pareció un día como los de hace un millón de años; oloroso, verde, con alguna tímida nube casi transparente, pero con ese sol regando mis pasos descalzos en la arena tibia.
Detrás, feliz,  me seguía ella. No acostumbro girarme para verla, pero hoy, si.

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