El tugurio habría sus puertas a partir de la madrugada, cuando salían al callejón las almas en busca de un trago, de olvidar.
Norma para los amigos, pintorreó sus labios y desató un mundo. Los besos que quedaron fueron tatuajes en cada esquina de su piel.
Había visitado a un yerbatero para que le quitara de golpe las lágrimas y al demonio para dejar de ser lo que en el fondo añoró toda su vida.
Permanecía detrás del viejo piano, en el humeante espacio. El aroma que desprendía atraía de un modo desmedido a los varones esposados, que la veían como la reina, la dulce Afrodita venida de la isla de Citera. Regresaban a sus hogares henchidos de una fugaz felicidad, impregnados de sus secreciones.
El leve movimiento de sus caderas, el insinuante vaivén. El encaje rojo del vestido dejaba entrever un sexo inquieto. Algunos palpaban y ella se dejaba mientras despedía de sus labios espirales de humo en cada bocanada.
Mauro la acompañaba cada noche. Quedaba dormida en su pecho, como una niña.
El color purpura de tu relato me llama mucho la atención.
ResponderEliminarbesos, Es purpura, sí tiene ese color, Besos.
¿el deseo de dormir, es purpura?
ResponderEliminarAbrazos, Aniagua.
Es la metáfora del título. Ella es el deseo...
EliminarBesotes !
Si que atrae, si...
EliminarBesos.
Me alegra que te haya gustado...
EliminarBesos.
Hola Aniagua, buenas tardes,
ResponderEliminarme he envuelto en una historia de burdel,
la cual se tiñó con un tinte melancólico y tierno final.
Has plasmado miles de imagenes en tu relato, maravilloso!
al leerte parecía estar viendo cada escena.
Te deseo una excelente tarde
gracias por tu tiempo
un fuerte y cálido abrazo
Muchas gracias,Ariel .
EliminarIgualmente te deseo una buena y excelente tarde
y gracias por tu tiempo también...
Otro fuerte y cálido abrazo
aun promiscuo el tema muestra cierta ternura, es real...
ResponderEliminarsaludos querida Aniagua
Qué alegria verte en mi blog, amiga
EliminarAbrazos para ti