Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

viernes, 19 de agosto de 2022

De mis noches.

 


Llegué a casa a media noche, los gatos paseaban por el tejado y los mirlos se acurrucan en las ramas del drago, y el algún cardón...

Un punta pies y la puerta ya estaba cerrada. Pero aunque ya me había deshecho de esos malditos y preciosos tacones, aún quedaba la falda de tubo y la blusa con lazada, y las medias. Y las ganas locas de una ducha caliente, una ducha de esas que acarician cada centímetro de la piel y se hace un río que lame el rostro, y casi fustiga la cintura, la espalda, los muslos y más.

Borracha de todo me vine, me vine con las ganas de alguien que no quiere desaprovechar siquiera un instante de loca vida, de parlotear esto o aquello. Una copa, otra, una mirada, otra. Un gesto...

Me senté y las medias se deslizaron como cuando las gotas del rocío recorren la hoja, verde, húmeda acariciando, y cayendo al suelo, hasta posarse en la baldosa perlada de cuadros negros...

Recogí mi pelo con algunas horquillas, luego bajé la cremallera de la falda, veinte centímetros de cremallera roja: se quedó en el diván llena de lentejuelas, unas blancas, otras negras. Abrí las piernas y bostecé, el cansancio ya me podía, igual que me podían las copas, el humo, el ruido, la música de aquel saxo y sus labios, gruesos, y su mueca provocativa, qué manera de hacer música, más que música diría yo.

Quise terminar de desnudarme, tenía ganas de dormir, de relajarme, el corazón aún palpitaba, inquieto.

Casi me arranqué la blusa, salió volando por la habitación y graciosamente quedó en la esquina de la ventana, me pareció una bandera ondeando. Me hizo gracia, sonreí. Pero el hipo me provocó una tos absurda, tomé agua.

Luego me tumbé en el diván, qué gusto! Qué paz!... descolgué una pierna, y la otra, en lo alto del sillón. Volví a bostezar. Un mosquito revoloteó y se pegó en uno de mis pechos, me picó, !dios si me picó! Pero le di tos tortas y fue peor , porque me la pillé de lleno, y grité, tanto que la luz de la ventana de al lado se encendió, la cortina estaba echada y pude verlo, al vecino, sonriente, lascivo, con una mueca en sus labios para nada despreciable...















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